JOSÉ MARÍA MERINO
ECOSISTEMA
El día de mi cumpleaños, mi sobrina
me regaló un
bonsái y un libro de instrucciones para cuidarlo. Coloque el bonsái
en la galería, con los demás tiestos, y conseguí que
floreciese. En otoño aparecieron entre la tierra unos diminutos
insectos blancos, pero no parecían perjudicar al bonsái.
En primavera, una mañana, a la hora de regar, me pareció vislumbrar
algo que revoloteaba entre las hojas. Con paciencia y una lupa, acabé descubriendo
que se trataba de un pájaro minúsculo. En poco tiempo el
bonsái se llenó de pájaros, que se alimentaban de
los insectos. A finales de verano, escondida entre las raíces
del bonsái, encontré una mujercita desnuda. Espiándola
con sigilo, supe que comía los huevos de los nidos. Ahora vivo
con ella, y hemos ideado el modo de cazar a los pájaros. Al parecer,
nadie en casa sabe dónde estoy. Mi sobrina, muy triste por mi
ausencia, cuida mis plantas como un homenaje al desaparecido. En uno
de los otros tiestos, a lo lejos, hoy, me ha parecido ver Ia figura de
un mamut.


LUIS MATEO DIEZ
EL POZO
Mi hermano Alberto cayó al pozo cuando tenía
cinco años.
Fue una de esas tragedias familiares que sólo alivian el tiempo
y la circunstancia de la familia numerosa. Veinte años después,
mi hermano Eloy sacaba agua un día de aquel pozo al que nadie
jamás había vuelto a asomarse. En el caldero descubrió una
pequeña botella con un papel en su interior. Este es un mundo
como otro cualquiera, decía el mensaje.


FRANZ KAFKA
COMUNIDAD
Somos cinco amigos; cierta vez salimos uno detrás del otro de una
casa; primero vino uno y se puso junto a la entrada; luego vino, o mejor
dicho, se deslizó tan ligeramente como se desliza una bolita de
mercurio, el segundo, y se puso no lejos del primero; luego el tercero,
luego el cuarto, luego el quinto. Finalmente, todos estábamos de
pie, en una línea. La gente se fijó en nosotros y saludándonos
decía: los cinco acaban de salir de esa casa. Desde entonces vivimos
juntos, y tendríamos una vida pacífica si un sexto no viniera
siempre a entrometerse. No nos hace nada, pero nos molesta, lo que va es
bastante; ¿por qué se introduce por fuerza allí donde
no se le quiere? No lo conocemos y no queremos aceptarlo con nosotros.
Nosotros cinco, la verdad, tampoco nos conocíamos antes y, si se
quiere, tampoco nos conocemos ahora, pero lo que es posible y admitido
entre nosotros cinco es imposible e inadmisible en ese sexto. Además,
somos cinco y no queremos ser seis. Por otra parte, qué sentido
puede tener esta convivencia permanente, si entre nosotros cinco tampoco
tiene sentido, pero nosotros ya estamos juntos y seguimos estándolo,
pero no queremos una nueva unión, precisamente en razón de
nuestras experiencias. Pero ¿cómo enseñar todo esto
al sexto, puesto que largas explicaciones implicarían una aceptación
en nuestro círculo? Es preferible no explicar nada y no aceptarlo.
Por mucho que frunza los labios, lo alejamos empujándolo con el
codo; pero por más que lo hagamos, vuelve siempre otra vez.


VICENTE MUÑOZ
EL
CENTAURO
Escuchamos en la lejanía un rumor sordo y creciente, el trueno de
una doble tempestad, y en el horizonte una nube de polvo hinchada precedió la
llegada de los invasores del allende. Cayeron sobre nosotros como el viento,
sembrando en nuestras filas el terror con largos cuchillos refulgentes
y báculos de fuego que herían desde la distancia. Pero ,
aún más que sus ingenios, asombraba la fisonomía de
sus cuerpos, fusión de hombre y bestia en un solo perfil. Su aspecto
era fiero y espantoso: lo que parecía ser un hombre demediado se
enfundaba en una carcasa rutilante y cegadora sobre la que rebotaban nuestras
lanzas. Su cara apenas era discernible, oculta como estaba en una profusa
mata de pelo desgreñado. El término de su espalda se fundía
con la grupa de la bestia, de enorme vientre y ojos destellantes. Era ágil
y fuerte, y la vimos varias veces saltando sobre nuestras cabezas impulsada
por sus patas delanteras. Aturdidos por su magia y conscientes de su poder,
nos postramos frente a ellos sin ofrecer apenas resistencia, prestos a
idolatrarles como a dioses. Y entonces sucedió el mayor de los prodigios.
Uno de ellos se acercó hasta nuestro grupo y ante nuestra mirada
se escindió en dos partes sin esfuerzo, quedando bestia y hombre
separados y aumentando así nuestro pavor. Su vez era ronca y cavernosa.
Su nombre, Hernán Cortés.


JUAN QUINTANA
EL HURONERO
Para cazar, introducía el bicho en las madrigueras. El cascabel
sonaba, alejándose. Él escuchaba el tintineo. De pronto
preparaba la escopeta. Los conejos, asustados, salían como un
vómito de la negra bocaza del túnel. Caían, a lo
lejos, en dos o tres sacudidas perfectas. Era un fino tirador. No erraba
el tiro. Sólo había oportunidad para el tercer conejo,
cuando la había.
En la noche buscaba al bicho. Oía el tintineo del cascabel. Le
guardaba en la bolsa. Sabia que dentro del túnel todo estaba perdido.
El hurón olía a sangre. Llevaría los bigotes manchados
de entrañas.
Así, día tras día.
Una noche no regresó el huronero. Le encontraron, destrozado,
mientras su bicho le lamía la sangre. Todos pensaron que había
sido un lobo. El hurón conocía la verdad, pero su idioma
era el de un cascabel que encontraron en el estómago del muerto.
Pensaron que se lo había tragado


DANIEL LEBRATO
——Píííííííí.
——¿¿......?
——Soy Yo.
Hasta que un díía fatalmente tuvo que decir quiéén
era. Supongamos: Daniel
Lebrato, 31.01.05
Nota de redacción: El siguiente relato de Daniel encontré mecanografiado
yaciendo sobre una mea durante uno de esos interminables consejos escolares
hace muchos años ya. Aburrido del tema a tratar empecé a
leerlo y me causó gran gozo. Sin embargo mis pesquisas a cerca
de la autoría de este magnífico relato quedaron sin resultado
palpable….hasta que el verano pasado Daniel me mandó esa
misma historia de la rosa en un e-mail. Así, después de
más de 10 años he dado con el origen y para festejarlo
lo publicamos en HwebRA con el permiso correspondiente de su creador
aunque no es precisamente un relato supercorto. (illi)
EL OTRO NOMBRE DE LA ROSA
La costumbre es otra naturaleza, y el mudarla se siente como la muerte
(Miguel de Cervantes)
De repente, aquella firma. Todo bien hasta llegar a aquella firma. Todo
en orden. Los estoy bien. Los mi madre no para de alimentarme. Los cuando
me veas no me reconoces, de morena que estoy. Todo, hasta lo de abrazos,
tan previsible en su postal. Pero aquella firma. Algo fallaba en aquella
firma. ¿Qué pintaba aquel María añadido a
su nombre? Manuel mirando la foto una y otra vez. Pueblito costero con
playa y barcos de pesca. El matasellos. La fecha. Viñamar, veintitrés
de agosto. La forma de la letra. Todo en orden, pero ¿por qué firmaba
Rosa María y no Rosa?
Él sabía el nombre completo de ella. Cómo no lo iba
a saber. En este país todas las mujeres llevan antes o después
el María. Pero Rosa jamás se identificaba con él de
esa forma, con su María y todo. Manuel se preguntaba bajo qué influencia
Rosa se había saltado un código que venía funcionando
entre los dos desde hacía mucho. Él nunca había firmado
Manuel José. Y eso que a él su mamá, de chico, lo
llamaba así. Qué cosas tenía su madre.
Rosa María. Rosa María. Allí estaba letra a letra.
Sin lugar a dudas. Un güisqui. Luego pensó que el asunto
carecía de importancia. Que no era ni siquiera un incidente. No
seas celoso, seguro que los de su casa la llaman así, Rosa María.
Otro cigarro. Familia, padres, marido o ex marido. Ahí te jodiste,
hermano.
Error en una carta. Error. Manuel se acordó de Cartas de mamá de
Cortázar. Fue a la estantería. Conan Doyle, Conrad, Cortázar,
Queremos tanto a Glenda, no, aquí está. Lo de Nico por
Víctor. Error en una carta. El error en la carta de mamá.
Manuel, libro en mano, regresando a su estudio: No creo que lo de María
sirviera como argumento a ningún escritor, ni siquiera a Cortázar,
que con poco que le den te monta una historia. La importancia de los
nombres. ¿Ernesto? El Nominalismo. Occam. De los nombres de Cristo. ¿Se
puede escribir un libro sobre los nombres de Cristo? Reflexión.
Se puede. Idea productiva. Preparar clases. Erasmismo y Contrarreforma.
Preparar. Olvidar el nombre de Rosa. ¿El nombre de Rosa? ¡Claro!
Vuelta al cuarto de los libros. Espronceda, Engels (todavía Engels),
Apo¬calípticos e integrados. Desanduvo el pasillo con El nombre
de la rosa bajo el brazo. Al final, hombre, las últimas palabras.
Stat rosa pristina nomine, nomine nuda tenemus. ¡Este Eco! A saber
quién era el padre del latinajo. Resistencia a dar el episodio
por concluido. Dónde está el mechero. Allá cada
uno con su nombre. Mejor preparar clases para el año que viene.
Septiembre o setiembre. Erasmismamente, calor, agobio.
Devolvió las novelas a su estante y se trajo el Bataillon. En
serio, esta vez. Un güisquisito. 750, 754, 762: El Enchiridion había
lanzado a través de España hacia la época en que
Luis de León venía al mundo. Erasmo había invitado
a buscar los misterios escondidos bajo la letra de la Escritura, y apoyarse
en. ¿Misterios escondidos? Rosa María. ¿Qué misterio
se escondía bajo el lapsus de Rosa? Seguro que Rosa (un trago)
no se había dado cuenta de su error. Se le habría escapado
a fuerza de oírselo a su familia y a su ex, que pueden mucho los
ex maridos cuando hay por medio paguita y niños. Y a la hora de
firmar la postal se te va sin querer, tía. ¿Sin querer?
Pero entonces era que ella se había olvidado de él, su
amante de corazón, su Manuel del alma desde hacía. Repasó con
ojos suspicaces el resto de la carta. Abrazos en vez de te quiero. Todo
encaja. Rosa nunca se mostraba muy efusiva y él lo sabía,
aunque (digo yo) podía haber escrito cosas más cariñosas,
después de los días puta madre que pasamos juntos antes
de irse a la playa, y no esta postal tan fría, me cago en la.
Quizá Rosa la escribió delante de su ex y Rosa María
será como la llame su ex marido. Sus viejos no van a ser, Rosi,
Nena o Niña (a fin de cuentas, hija única). Los hijos tampoco,
Mamá o Rosa, que hay muchachos que nos llaman por el de pila,
como a mí el mío, te jodes como Herodes.
Otro cigarro. Bataillon muerto de risa encima de la mesa. 762, 763. Más
güisqui. Coñazo cubitos. No eran celos, qué tontería.
Pero ella debería cuidar ciertos detalles. Ellos dos eran Rosa
y Manuel. Lo demás, pamplina. ¿Eran los celos una pamplina?
Peripatético total, Manuel reflexionaba, pasillo va, pasillo viene,
sobre los nombres. Títulos y maneras de llamarse. La forma en
que los tíos hablan de su pareja. Mi señora: feudal ya
casi. Mi esposa: policial se quiera o no. Mi compañera: de progre
de museo, ¡ay Víctor Jara! Mi compañera sentimental:
para páginas de sucesos. Mi costilla: qué pasada. Mi rollo:
autocrítico. Por no hablar de Mi parienta: de talleres de almanaque
con tías en pelota. Mi mujer: posesivo cuan¬do menos y el
posesivo siempre por delante. Mi lo que sea, pero mi. Mi, tu, su. Mi.
Y ellas ¿por qué no dirán mi señor o mi hombre?
Es verdad que tampoco nosotros usamos mi marida. Tengo que consultarlo
con algún colega de lengua. Alguna razón habrá,
digo yo. Luego venimos los que no damos título ni damos posesivo.
Los que decimos Ana, Pedro, Andrés (le debo carta, pobrecillo).
El nombre y punto. Lo menos comprometido. Jodidos los chuchi, piluchi,
ani, petri, pepote, pedrín, gatita, cielo. Como apropiaciones
ilegales. Más güisqui. Y el más hortera todavía:
tíos tan mayores diciéndoles a sus mujeres: Mamá. ¿Edipo?.
Y ellas, con más arrugas que un plato de callos, llamándoles
a ellos: Papá. De puta pena. Será que quieren volver a
la infancia o que se lo oyen decir a los niños: Papá, Luisito
me ha pegado. Dice Mamá que me limpies el culo. Jo.
Manuel pensó que podría escribir un libro. ¿Cómo
lo titularía? ¿Función escatológica del cariño?
No. ¿Hipocorística en la sociedad de consumo? Psssseeeée. ¿De
los nombres del cónyuge?, ¿de la pareja?, ¿del otro?, ¿del
más allá?, ¿de Rosa? No, de Rosa no. No hay más
Rosa que Rosa y aquí uno es su profeta. Nunca Rosi ni Rosona ni
Rosita ni Rosa Rosae ni Mari Rosi ni Rosa Mari ni Rosaofú. Siempre
Rosa (nomina nuda). ¿A dónde va con lo de Rosa María?
Pedazo cigarro.
El había respetado escrupulosamente la pureza de los nombres (pristina
nomine). Manuel, no Manolo, Lolo, Inmanuelo, Lolillo, Lolete, Lete, Lele,
Le. Pero ahora, con su María, algo había fallado y no por
exceso sino por defecto. Mujeres casadas. Amantes y maridos, lo que va.
Tomar partido. Ella tomaba partido, se distanciaba. Rosa María
sólo existía en la playa, en la familia. Tribu, los maridos,
los ex que no caducan nunca. Rosa se había olvidado de a quién
enviaba la postal. Eso era. Mundo legal y mundo clandestino. Manuel lo
sabía. Era otra. El nombre de otra. El nombre de la casada. Ex
madre y exposa. De buena reputa. En vacación respetable, ja. En
playa horteramente respetable, ja, ja. Domingueros al fin y al cabo,
ja, ja, ja. Güisqui. No tiene gracia. Patada a la pared. Mierda.
No es para tanto. No seas injusto, Manuel. Un trago. Tú también
vas de respetable, por mucho que te las pegues de. Manuel, Manuel José.
Rosa, Rosa María. Lo que va. Padres. Facturas por medio. Recibos.
Colegios. Dentistas. Fin de mes. ¿No será que ahí te
jodiste? ¿Se fastidió para siempre? ¿Fue ahí?
Manuel Micasa. Rosa Mihijito. Manuel Susvacaciones. Rosa Mimujer. Manuel
Miex. Mi. Mi. Mi. Leche. Moderneces. Otro trago. Nuestro cuerpo es siempre
monárquico. El nuevo desorden amoroso, ¿nuevo?
Manuel volvió al cuarto a por otro cigarrillo. Allí, sobre
la mesa, el cuerpo del delito. Playa y barcas. Viñamar. Veintitrés.
Agosto. Rosa María. Coñomaría. Rosacoño.
Fumar. Fumar. Mechero. Le prendió fuego a la postal.
El ducados le supo a gloria.


ANTONIO PORPETTA
SIETE CUENTOS MÍNIMOS
ESPECIES
Aquella tiendecita tan aromática tenía un gran surtido
de especies. Pero carecía de familias, órdenes, grupos
y géneros. Una pena.
MÉTODO
Era una lumbrera. Había inventado la “Preterología”,
un método científico para predecir el pasado. No fallaba
jamás.
TELÉFONO
Su adicción al teléfono no tenía cura: muerto y
todo, se empeñaba en seguir llamando desde su teléfono
inmóvil.
PREGUNTA
La madrastra se quedó estupefacta cuando el espejito mágico
le dijo:
- “Sólo contesto preguntas de estricto contenido ético,
señora””.
Y ahí se acabó el cuento.
FUTURO
Aunque no lo pareciera, aquel adolescente tenía las ideas muy
claras sobre su futuro.
- ¿Y a ti qué te gustaría ser de mayor?
- A mí, nada.
- ¿O sea, que no quieres ser nada de mayor?
- Pues claro que quiero ser algo: quiero ser nada.
No se ha podido comprobar si el chico alcanzó su objetivo.
POBRES
Era un país riquísimo. En los semáforos de las
grandes ciudades, los menos ricos, que allí eran pobres, ofrecían,
con total garantía de origen, estolas de visón, latas de
caviar Beluga, relojes Rolex, pañuelos de seda, joyas variadas...
Pero casi nadie les compraba. Todos tenían ya de todo.
Y ya ven, aquellos pobres ricos eran tan desgraciados como nuestros pobres
pobres.
PREHISTORIA
A la joven estudiante le apasionaba la Prehistoria: pensaba en el ““homo
erectus””, y sentía un escalofrío.


MIGUEL ÁVILA CABEZAS
VARIACIONES SOBRE EL MISMO TEMA
"Cuando despertó, supo al instante que él no se encontraba
allí".


EDUARDO MOGA
[CRÓNICA FAMILIAR]
El castellano de aquella familia era tan robusto que el niño no
decía 'tengo caca', sino 'tengo zurullo'


ANTONIO POLO
EL VIAJERO DE LA ONDAS
El hombre al que todos llamaban Ícaro supo
que ningún
mortal había contemplado el mundo desde tan alto: como los dioses
que imponen su dominio desde el Olimpo. Durante su viaje apartó las Águilas
del cielo y vio el mar que entonces era distinto y le dio un nombre;
luego deshizo una nube y corrigió los mapas de la Biblioteca de
Alejandría. Más tarde acompañó a la aurora
boreal durante una dinastía de noches lánguidas; después
no supo cómo acabó enamorándose de los incendios
del África, y por fin prometió guardar el secreto a los
amantes. Pero ahora, camino hacia las estrellas, se desprenderá de
la cera de sus alas y vagará entre órbitas secas y deshabitadas
hasta las fraguas de Titán donde se forjan las espadas que impiden
a Saturno devorar de nuevo a sus hijos.


CELIA CORREA GÓNGORA
JU EGO DE NIÑOS
En mi calle vive un niño que le decirnos Ti
Lin y todos los días
nos vamos juntos, al colegio. El Ti Lin tiene nueve años, igual
que yo y dice que es español porque ha nacido en España,
pero que sus padres son Chinos porque han nacido en China. El Ti Lin
tiene los ojos así, para arriba, como dos rayas de boli y tiene
la cabeza tan gorda como un balón de fútbol. El Ti Lin
es que habla con sus padres de una forma ¡más rara ... !
El primer día que don Máximo lo llamó, toda la clase
se rió que ni te cuento... Joder! es que el tío tiene un
nombre que suena a campanilla. Nos descojonábamos y el tío,
nada, que ni se coscaba... El Ti Lin, entonces, no hablaba con casi nadie
o mejor dicho, ninguno de la clase quería saber nada del Ti Lin.
En los recreos, venía y nos preguntaba que a qué jugábamos
y, nosotros “que a nada" y el Ti Lin se iba porque sabía
que "nada" quería decir "vete, que no queremos
nada contigo". A mí, la verdad, es que no me gustaba que
lo trataran de aquella manera, me daba no se qué, pero... es que
yo no ponía las normas y además, tampoco quería
líos, yo lo único que quería y que quiero es jugar
al fútbol. Nosotros no éramos los únicos que no
queríamos nada con el Ti Lin, que conste; los sudacas y los negros
tampoco lo querían en su equipo. "; Dónde vas con
esa jeta, tío?" le decían. Un día, el Rafi,
un delantero nuestro se lesionó y no tuvimos más cojones
que dejar que jugara el Ti Lin. ¡Qué partidazo, tío!
Memorable, de los que hacen época. De cinco goles, el tío
va y se marca cuatro. Nos dejó a todos planchados. Juega igual
que Raúl, bueno, igual no, pero casi...¡Cinco a cero! ¡Menudo
fichaje! Es el jugador más habilidoso que ha pisado el patio del
colegio. Ahora, hasta nos peleamos porque juegue en nuestro equipo. Pero
el Ti Lin se da unos aires que te cagas y hasta pone las normas, mira
tu... Qué se le va a hacer... El fútbol es así.


Rocio Bueno
A veces, me gustaría pasear con los ojos cerrados. Hoy, evitaré mirar
al reloj. Quiero caminar por una mañana de la que formo parte.
Escucho una jornada de monos azules ocupando toda la calle. Siento un
hueso del crecimiento que se niega a endurecerse. Encuentro un avance
mediocre y español o un gran descuido con juguetes nuevos y confundo
un móvil con unas maracas. Intento un suicidio involuntario en
cada semáforo en rojo. Sudo en cada cuesta, superando mi adicción
al alquitrán con pruebas de resistencia. Ahora mi oficio es reírme
y no callar hasta que los jefes me censuren.
HUESOS
Los huesos se resienten bajo el sombrero de paja. Empuja la carretilla
y, con ella, el aperitivo de los veraneantes. No muchos, prefieren la
grasa del chiringuito. La voz es del silbato, y un ronco intento de promoción
da sus frutos en una sombrilla de flores. De esa edad es su nieta, cargando
refrescos y patatas a veinte metros. Limpiaron las latas con el revés
de la toalla. Pero yo no estoy sucio, es el moreno de sesenta años
de sol.
POCA FUERZA
El televisor estaba encendido. Recostada en un cojín y de lado
sobre el sofá. Se entretenía mirando el surtidor de imágenes
absurdas. Escribía en un papel palabras, oídas al instante
y con el sentido abstracto de las ideas. Las pupilas no brillaban de
ilusión, tampoco era el llanto vacío del aburrimiento,
eran las bombillas, una lámpara con aspas y una teleserie barata.
La vida era cotidiana, pero hasta las noches mal apagadas se volvieron
rutina. Los ojos de alma desgarrada nadaron en un techo interminable.
Luego intenté encontrarlo en la calle

