Fco. Silvera
Cargado de amor, sométese el mundo a la noche. La paz llega en
lontananza y la Tierra frunce la horizonte faz repleta de brumas tranquilas.
Todo sucede. Transita la luz. En la lejanía suenan músicas
cotidianas y un aliento sabroso, terreño y húmedo trasmina
de montes distantes y hermosos.
Una madre amamanta a su hijo con leche de piedra; granito blanco y blando
cubre la histeria plomiza de un hombre mayor, cansado y muerto. Indiferente,
el mundo regolfa en sus sábanas celestes y esconde la cabeza con
la tranquilidad de la reparación, el consuelo y la esperanza.
Sopor lento, suave calor, triste el contorno irregular de la arboleda
fundida en la oscura laxitud de la sonochada larga, larga; larga. De
pronto el alba, el alba rielante de la luna que vence, oronda, sobre
la madrugada tierna que es color de un sueño...


Félix Morales Prado
ILUMINACIÓN
Las notas del Ángelus invadían la casa. Llevado por un
impulso irre¬sistible entró en el retrete y se puso a mear
al mismo tiempo que un raro bienestar se extendía por todo su
ser. Desde el fondo del inodoro se elevó una esfera blanca y luminosa
mientras que voces de coros celestiales rozaban sonidos imposibles. La
bola hierofánica, detenida un instante infinito en no se sabe
qué lugar del espa¬cio, estalló (este verbo es sólo
un tosco símil) y un resplandor de espíritu, sabiduría
y bondad se hizo uno con el alma y la casa.
Sus discípulos llevaban un pequeño water de hojalata cromada
en la so¬lapa. Las iras del Vaticano no se hicieron esperar. En vano adujo
que Dios está en todas partes. En vano repuso a los aplausos y risas
de los ateos que nunca quiso ser irónico ni sarcástico, que su
alma estaba embargada por el más sin¬cero sentimiento religioso
y que él era sólo un humilde instrumento del Al¬tísimo.
RANA
Los misioneros deciden no ir a las misiones en África debido
a que no tienen gente, a los peligros del mundo actual, a problemas económicos.
Un fraile joven pregunta si los que no han visto nunca leones ni negros
tampoco podrán ir. En el lugar de destino, un poblado muy primitivo,
el jefe, con taparrabos y plumas, hace comentarios de un alto nivel sobre
las ventajas e inconvenientes políticos de la presencia de los
misioneros allí. Un arroyuelo pasa cerca de su cabaña.
Así me gusta, afirma, el agua muy fría y las mujeres calientes.
El agua, en efecto, está muy fría y cristalina. Insectos
parecidos a cucarachas (como un híbrido entre cucaracha y grillo)
nadan por ella. Aurora da un grito espantada: “¡Qué asco! ¡Cuántas
cucarachas!”. Son grillos, corrige el jefe. Pero también
tenemos cucarachas por aquí. Son enormes. Mira. Una cucaracha
de una cuarta se pega a mi mano. Lucho por quitármela. El reyezuelo
me ayuda y no. “¡Me ha picado!”, grito. No pican, no
pican, dice. El bicho me ha dejado un pequeño agujero en el dorso
de la mano, que empieza a hincharse. Más tarde, la picadura comenzará a
adoptar relevantes formas verdes de reptiles que acaban siendo una rana
que emerge como un bubón bajo la piel. Es una rana de aspecto
sintético y con cara de mala leche. La toco y salta dejando la
mano sin hinchazón. La rana se alimenta de agua muy fría
con cocacola. Encierra a todos en una habitación, menos a mí que
consigo escaparme, y se nutre durante un buen rato junto a una nevera.
Tal vez tiene intenciones perversas. Destruir el mundo o algo así.
CUENTOS DE “LA YEGUA NOCTURNA”
AGNUS
Soñó que caminaba por un bosque durante horas, hasta que
encontró una casita con las ventanas encendidas. Se asomó a
una de ellas y vio a un hombre que, triste y lejano, vestido de negro,
se estaba comiendo con cuchillo y tenedor a un cordero vivo sobre una
bandeja de oro. El cordero tenía vuelta la cabeza hacia el hombre
y conversaban:
–Te comeré poquito a poco. No va a dolerte.
–Siempre me duele. Pero mi dolor está en otro sitio que no
soy yo.
–Dime dónde está tu dolor o te pincharé en el
alma.
–Está mirándonos detrás de la ventana.
●
ORIENTAL
La viuda de mi hermano dirigió palabras inconvenientes a mi primo,
comerciante en sedas. Hemos salido a pasear por la tarde en la que se
pierden los caminos. Mi madre habla de un artista adolescente y borracho
que prefirió las riquezas a la inspiración. Siento sed.
Entramos en la cueva del manantial. Pero está seco porque se lo
ha bebido un sapo que vive bajo tierra. Salimos. Nos capturan los traficantes
de esclavos. Me llamo Ibrahim. Mi voz suena como la piedra. Y eso significa
la huida. Un barco. La patria como un recuerdo doloroso. Caminar por
carreteras interminables entre montañas áridas. A lo lejos,
un nido mítico y gigante, en el que nacen los unicornios sagrados,
corona un monte que da sombra al pueblo que los cabalga. Al principio,
me parecieron garzas reales. En la orilla de un lago una muchacha desnuda
me enseña el arte de la pesca.
●
CORAZONES
Es un día muy frío de invierno en un pueblo blanco rodeado
de montañas. El aire huele a encinas quemadas. Por las calles
deambulan hombres con bolsas llenas de corazones. En alguna cima puede
vislumbrarse un castillo oscuro que desgarra las nubes. Una muchacha
llora en un cuarto anónimo. Encima de su cama, una muñeca
que heredó de su madre que la heredó de su abuela… Llaman
a la puerta. María se seca las lágrimas. Recorre el pasillo
húmedo observada por las viejas fotografías de familia
que cuelgan de las paredes. Todos muertos. El gato maúlla y se
pierde en las sombras de la cocina. Vuelven a resonar golpes sombríos
en la puerta de roble. La casa es grande y se tarda en llegar. María
abre. Una mano le ofrece un corazón. Tierno y sangrante. Parece
de papel.
-Fríelo en manteca de cabra. Estará bueno frito en manteca
de cabra.
El gato remolonea en torno al olor a terciopelo cocido.
María recorre la casa con el corazón frito en un plato
de mármol.
●
PANTUFLA
Me desperté sin saber por qué y vi por la ventana que
el cielo estaba echando sangre. Y me dolía por dentro en ningún
sitio. La casa estaba silenciosa, llena de miedo; era de noche pero parecía
de madrugada o al contrario. Fui a la ventana del oeste y vi a mis dos
hermanas que corrían por el camino de la playa. Las perseguía
un hombre con un cuchillo; llevaba un sombrero y una capa negros. Salí a
la calle. Hacía un frío que daba pena. Yo iba llorando
y no podía moverme, no podía correr, como si alguien me
agarrara por los tobillos. Gritaba: “¡Hermanitas!, ¡hermanitas!”.
Las retamas estaban en flor y por el aire volaban las brujas. Las paredes
brillaban. Parecían vivas.
Me metí por el bosque oscuro y caminé por un sendero tan
largo que era imposible. Algunas veces era alegre como los colores. Otras,
los árboles, enormes, juntaban sus copas y el camino se convertía
en un túnel que le decía a mi corazón.
Andando, andando, llegué a una casita que parecía habitada
pero no. En el suelo había una pantufla y, encima de una mesa,
un gramófono con un disco. Lo puse y salió una voz que
dijo: “Aquí han matado a tu hermana y su alma está en
la pantufla”. Cogí la zapatilla y en la suela se veía
la cara de Alicia. Empecé a llorar y cuando mis lágrimas
caían en la babucha ella también lloraba.
Se me apareció el Señor Jesucristo. Iba vestido de marinero
y tenía la cara de un amigo mío.
●
CASAS
La salita donde duerme el mastín da a un pasillo muy largo adornado
con cacharros de alumbre. En la primera habitación de la derecha
ve a su tío, fallecido en 1881, hablando con un ama. El traje
de la mujer está hecho con llaves. No puede oírlos, pero
sabe que hablan de él. El pariente muerto baja por unas escaleras.
El ama de llaves cruza otra puerta. La sigue, la sabe recorriendo la
casa interminable (un laberinto), cuarto tras cuarto, como si la viese
desde arriba.
Los sueños están llenos de casas misteriosas. Morir mientras
se duerme es perderse para siempre dentro de una de esas casas soñadas.
Busca o rehuye (según su estado de ánimo) estas casas cuando
está dormido. Si las busca, no aparecen. Si las teme, su sueño
se llena de ellas.
●
BANQUETE
Llegué a una sala de enormes ventanales que daban a occidente.
Se servía la cena y en mi lugar, vacío, había una
tarjetita con mi nombre. Me senté y saludé a mi vecino,
pero estaba dormido. Todos estaban dormi¬dos. Al¬gunos, con la
cabeza metida en el plato de sopa. Cogí la tarjeta. En su re¬verso,
tenía pegado un trocito de espejo. "Es una cortesía
del an¬fitrión" -dijo, sin despertarse, al verme sorprendido,
la comensal de la derecha-. "Le encantan" -prosiguió entre
ronquidos- "las almejas podridas y las niñas que cantan canciones
infantiles como si fueran a morirse". A mi lado, ya recitaba el
camarero: "De segundo, señor, tenemos tortilla de gambas
o canapé de cadáver". No esperó mi elección.
Con el cuchillo empezó a trinchar un ataúd negro rematado
en su anverso por una cruz dorada. Me sirvió un trozo, rebosante
de gusanos. Sabía a "desespero", a "grito desgarrado",
a "esto es imposible". Cerré los ojos, llorando, y los
tres abismos salieron, hechos uno, por mi boca convertidos en palabras
al desper¬tarme sin saber (aún no lo sé) si estaba
despertándome.


Francis Vaz
ESTABILIDAD
- Tres añños, por Dios, los mismos que mi coche.-
Pero esta vez se equivocaron, la criatura era hijo de un batasuno.- ¡¡Quéé máás
da! Otra vííctima máás de esta barbarie y
esta vez veníían a por míí.- Debe ser angustioso, ¿¿cóómo
estáás?- Pues mal. En cuanto el seguro me arregle lo del
Mercedes me largo de aquíí.- ¿¿Y quéé haráás?-
En el parlamento españñol hay listas en las que encajar,
un pueblo al que representar, manifestaciones en las que portemos la
fotografíía de mi coche destrozado.
LA BÚSQUEDA
Me equivoqué de estación. El azar hizo posible nuestro
encuentro. Luego, actos de planificada entrega a lo largo de los años
dieron como resultado un ahogo insoportable. Desde entonces no viajo
y, haciéndome el tonto, yerro en todo.
ESTUDIO DE CONSUMO SOSTENIBLE (REYES MAGOS)
Según las asociaciones feministas los anuncios publicitarios
siguen siendo machistas. Siguen saliendo en pantalla niños jugando
con balones y niñas jugando con muñecas. Los fabricantes
de juguetes aducen que tras un detenido estudio de mercado concluyen
que los potenciales compradores de balones son los niños
y de muñecas las niñas y que, por ello, dan ese enfoque
a sus anuncios. El gobierno determina que para erradicar posturas tan
reaccionarias se prohíben tales anuncios y ya que anular las encuestas
y estadísticas le llevaría a ejecutar actos políticos
a ciegas, deciden restringir la libertad de expresión a los jugueteros,
que son pocos y, por supuesto, nada maduros.
OCCIDENTE
Ansiaba esa libertad de la que hablaban. Un día halló un
resquicio en la cerca que rodeaba su casa y la reparo inmediatamente.
MERCADO
La literatura era su vida, decía. Y con disciplina y rigor construyó a
lo
largo de su vida el personaje que todos esperaban de él.
NOMBRES
Carl Marx dormía inquieto en su cama. Soñaba
que un ente superior despojaba a los humanos de sus nombres y apellidos
y depositaba estos en un saco. Luego agitaba su interior y repartía
al azar nombres y apellidos. El sorteo lo nombró Adolf y apellidó Hitler.
Al día siguiente se sintió extraño. Como todos los
días saludo a su vecino judío al salir de casa y no pudo
odiarlo.
EL CUENTO
En esta empresa el factor humano es primordial, sólo con su
esfuerzo y comprensión mejoraremos los beneficios y venceremos
en la guerra de la competencia.


Ignacio Garzón
ATARDECERES BUCÓLICOS EN EL PARAÍSO.
Adán nada. Eva lo mira. Suspira.
SERES POCO PREVISORES.
La luciérnaga cerró los ojos con desesperación.
Había olvidado comprar las pilas.
SERES QUE SE DEJAN ENGAÑAR POR LAS APARIENCIAS.
Refunfuñó entre dientes la golondrina. El castañazo
contra el cristal había sido más fuerte que de costumbre.
LAS PEQUEÑAS MORALEJAS.
El vidrio saltó en pedazos. Maldita puntería. Tendré que
tirar el tirachinas.
ANTIPATÍA.
Me dijo que iba a aprender papiroflexia. No especificó que me
utilizaría como folio.
DESABENENCIAS CLIMATOLÓÓGICAS.
El viento aullaba. No había quien saliera así a la calle
con la peluca puesta.
DESCENDENCIA.
La esposa de Poli Femo dio a luz a un niño. Lo llamaron Blas.


FERNANDO IWASAKI
DÍA DE DIFUNTOS
Cuando llegué al tanatorio, encontré a
mi madre enlutada en las escaleras.
-Pero mamá, tú estás muerta.
-Tú también, mi niño.
Y nos abrazamos desconsolados.
FIDELIDAD
El perro iba detrás del cortejo, cabizbajo y con el rabo entre
las piernas, como un huérfano más detrás del ataúd
de su dueño. Durante el entierro sus ojos parecían arrasados
de lágrimas, y cuando los deudos se fueron se acurrucó al
pie de la tumba, donde aulló toda la noche. Al sexto día
la policía tuvo que rematarlo a tiros. Los cadáveres de
los niños le encantaban.


JAVIER JOVER
Ignoraba Que soñaba y despertó ya muerto.


José Luna Borge
Historias menudas
Antes de acostarse miró por la ventana y contempló cómo
la historia de su vida le arrastraba hacia un pasado en el que no lograba
reconocerse.
*
Desde la muerte de su hijo a Teresa le cambió la expresión
de la cara. Una sombra inabarcable se dibujó en sus ojos. Fue
entonces cuando cogió la costumbre de ir diariamente al cementerio;
sólo le consolaba la charla silenciosa con los muertos.
*
Miraba la tierra y la cogía en sus manos cuarteadas al comenzar
la labor. Sabía que aquellos granos secos y pobres guardaban el
secreto de la vida; nunca necesitó nada más.
*
Sus ojos melancólicos se escondían tras los visillos de
la tarde. Zurciendo la ropa veía cómo se iba marchando
su vida tras los cristales.
*
Desde aquella buhardilla veíamos, felices, el curso de las estaciones.
Pensábamos entonces que siempre iba a ser así.
*
Con las manos en los bolsillos se perdió tras una sombra. Recorrió caminos
y ciudades hasta quedar sin aliento. Las crónicas cuentan el resto
de una historia de desgracia, gastada y sin esperanza.
*
Hay una cabina telefónica en un perdido rincón de la costa
desde la que un desesperado envía mensajes diarios que nadie escucha.
Corre después al acantilado cercano, se sienta en la roca más
alta y grita esos mensajes para que el viento y las olas los lleven a
playas lejanas.
*
En la vieja biblioteca de provincias quedaron grabadas unas iniciales
sobre el tablero de una de sus mesas. Otros estudiantes habrán
reparado en aquellos gastados garabatos; quizás alguno haya podido
descifrar su oscura y tierna historia de fracaso.
*
Llovía en la ciudad extraña, revisitada tras largos años
de ausencia. El viajero se detiene en la noche bajo un anodino balcón.
Con el agua en los ojos reconoce aquella ventana antigua y se queda parado
ante su propia verdad. Recorre en silencio sus ciegos cristales y escucha
de nuevo viejas y queridas confidencias. Más tarde la lluvia lo
acompaña despacio hasta el hotel.
*
Quemó la vida buscando remites de los que
se cansaba con demasiada impaciencia. Bajo la enseña de “Ni me
rindo ni me acomodo” persiguió quimeras
más allá de toda temeridad. En su puerta colgó espigas
por si la suerte pasaba algún día… y encontró un
hueco donde quedó entornado con la expresión del niño
que siempre fue.


Juan Drago
La palabra sendero
La palabra sendero es una llave que abre todos los
territorios posibles de mi recuerdo, incluso los de mi imaginación.
En cada hombre, la palabra sendero es una apertura, una llamada, atendida
o no. Hay veces que interiorizo la sensación de caminar por medio
de la espesura sólo con nombrar, dejar que mi frente baje al borde
de los dedos un hilo de signos, un reguero de hormigas hecho para otros
ojos, unos sones oscuros que sólo unas bocas reconocerán.
Uno no necesita nombrar la palabra sendero para saber que en el ariete
de la voz un regato mensajero de la lluvia recorrerá lo preciso
para dibujar en la arena de un instante una sola jornada de un sólo
caminante. Todo sendero termina donde empieza otro. Hay hombres que anudan
sus pisadas frescas donde otro dejó de caminar para ser estatua,
así cree
el hombre ir más lejos, más al final de los sueños
más últimos. He oído decir que hay un camino sin
nombre que no tiene fin, del que nadie conoce su principio. Me consuela
saber que pueda existir sin mí.


MANUEL MOYA
ESBIRROS
El hombre que cada noche duerme en el portal, hoy lo he sabido, no es
más que un contratado del ayuntamiento. Rodeado de cartones, de
un escobón, de un carrito construido a base de despojos y apestando
como una bodega, ese tipo no es más que un maldito contratado
gracias a las oscuras ordenanzas municipales. ¿Merezco algo así? ¿Por
qué nos trata como a imbéciles el ayuntamiento? ¿Creían
que no me iba a acabar enterando? Todo, todo encaja. A mí no me
la dan. Puedo parecer estúpido, pero a mí no me la dan.
El ayuntamiento contrata a esos tipos para que sepamos qué es
lo que nos ocurriría de no levantarnos cuando es todavía
de noche, de no coger el metro cada mañana y aguantar durante
ocho horas las trágalas del jefe de taller, de no volver ya oscurecido
al lugar donde nos está esperando el hombre que apesta como una
bodega, fiel esbirro, ya digo, del ayuntamiento. Entonces, sorteamos
como podemos al tipejo, esperamos el ascensor, llegamos derrumbados a
casa, besamos a la niña que está haciendo los deberes en
su cuarto, ponemos el despertador a las seis y media y comenzamos a soñar
en el adosado ese de la zona residencial con vallas electrificadas para
que no se cuelen los malditos esbirros del ayuntamiento.
EL OSO POLAR
Es terrible, terrible: un oso polar viene cada noche
a poseerme. Yo lo dejo hacer, lo dejo hacer de puro miedo y si hasta
ahora no he gritado ha sido para que no acabe por descuartizarme. Llevo
dos años así y
creo que ya no podré aguantarlo más. Un día de estos
pondré un cepo de osos a la entrada, pero si no funciona, te lo
juro, informaré al director, ¿me está oyendo, Padre
Ignacio?


Marcos Gualda
msgualda@ono.com
TE MATARÉ GRATIS
Mañana saldré a matarte. Meta y ponga mi carro a ciento
setenta nomás. Ebrio de serpentina y papel picado, el matasuegras
de estilete, pavoneadas las neuronas, inflamada de grados la testa, las
fosas niqueladas, regado en corbata y colonia, el regüeldo a mazapán
y a turrón, aceptado el riesgo, sobrevalorados mis reflejos.
Mañana llegaré escondido como un rey mago fraudulento.
Ayudaré a elevar el coste sanitario y social de Cacúa.
Daré de alta una nueva pensión de viudedad, triste como
el último paseo del último poni triste. No servirá el
ABS ni el cinturón de seguridad de tu buga ventajosamente financiado.
Para entonces ya me pesará la vista como una lápida bruta,
mis ojos parpadearán como la crisis de un epiléptico, me
zumbarán los oídos como si desguazaran automóviles
en el cráneo, sentiré dormidos como hormigas los pies y
los brazos, no controlaré distancias ni velocidad, taradas mi
atención y mi capacidad de reacción.
Mañana te currarás la guardia. Conducirás frugal
y sobrio, consolado con la guita a cambio de no cenar en el keli con
tu camada y la puta pandereta. Escucharás los cohetes besar el
ozono. Recordarás la humedad de tu primer beso.
Mañana sorprenderás mi relax. Tu luz cegará mis
nervios sensibles. Invadiré tu carril. Te arrojarás al
charco del arcén para esquivarme. Te comerá un árbol
duro y sin guirnaldas. Te emborracharán las sirenas desafinadas,
esnifarás tu sangre rota. Como a una hojaldrina, te desmenuzaré antes
de que lo hubiese hecho un cáncer. Mi penúltimo cava cavará tu
cávea fúnebre. Ahora descansa. Eso será mañana.
Mañana, mañana te mataré gratis.


ARTURO LEDRADO
PREMEDITACIÓN Y ALEVOSÍA
Cuando salió del bar, llovía copiosamente.
Sonrió. Al menos hoy al llegar a casa podrá anotar eu su
diario dos hechos. E1 primero -a título informativo-, la sorpresiva
lluvia. (Ciertos meteoros dan mucho de sí: los reflejos sobre
el asfalto mojado; el ruido de los canalones; las carreras de los transeúntes
en busca de un taxi; el mendigo de la Plaza de Santa Ana, cubierto con
un plástico transparente). Nada como la lluvia para exaltar la
metáfora.
La segunda anotación, escrita por supuesto, requerirá para
su redacción un tacto especial y no más de cinco o seis
palabras. Los detalles habrán de recuperarlos otros. A é1
le basta con marcar el suceso: “esta tarde he asesinado a Laura”
Después, una cena ligera y un libro.
Sonrió mientras bajaba muy despacio la escalera del aparcamiento.


Manuel Garrido Palacios
SOLEDAD*
Me estalla la cabeza con esta tormenta. Peor el torbellino que me bulle
que el que nos cerca. Junto al anafre, con mi cazo de café gastado
a sorbos, sólo soy lo que Dios disponga. ¿Y tú,
perro sin nombre, de dónde vienes, de quién eres? ¿Por
qué no huyes si van a caer los muros con ambos dentro? El resplandor
de la llama es la luz que poseo frente a las arcadas del cielo furioso,
y el calor de mis pies no aliviará tu miedo al ver cómo
braman las olas por regresar mar adentro sin presa aún. No entiendo
tu presencia. No eres mío y me guardas; no sé tu nombre
y acudes a mi gesto; barruntas el peligro y te me quedas a compartirlo
en esta casa poblada de ausencias. Sólo desesperas cuando me sientes
hablar con alguien a quien no ves. Y yo no sé cómo decirte
que eso es la soledad.
* De Noche de Perros. Calima. Ed. Palma 2005


Anónimo
Pasarela Cibeles
Propuestas tentadoras para el otoño-invierno que viene, ¿te
lo vas a perder?
Nota: encontrado en cualquier página web.


Daniel Salguero Díaz
El ángel caído
En su sueño, el ángel era un simple mortal que despertaba
y no podía recordar lo que había soñado.
Laodamia
¿Qué serías capaz de hacer por
mí?
Caminar caminar sobre las aguas oscuras hundirme entre
los cuerpos que se retuercen desesperados al paso del barquero olvidarlo
todo y pese a todo pronunciar tu nombre
¿Me deseas? ¿Me amas? ¿Qué estarías
dispuesto a hacer por mí? ¡Vamos! ¡Dímelo!
Quiero que me lo susurres al oído
Desconectar el móvil negar la luz del día
que ya viene a separarnos arañar la sombra de las paredes hasta
que sangre el alma de la aurora llegar tarde al trabajo
¡Laodamia! ¿Qué nombre es ése?
Ella sonríe antes de contestar. Mi padre lo leyó en algún
libro. Ahora se levanta de la cama, bosteza, arquea su cuerpo, coge mi
camiseta y se viste con ella, dejando solamente sus piernas desnudas.
Mi padre era un tarado. Estaba obsesionado con la mitología griega.
Entonces es griego, ¿no?... El nombre, digo. Sí, eso creo,
aunque la verdad que bien poco me importa. Es un nombre que no me gusta
nada, pero no puedo renunciar a él. Sería como negar mi
identidad. Lo entiendo. Laodamia busca entre sus cosas y encuentra papelinas,
tabaco, un mechero y una bolsita con maría. Se sienta de nuevo
junto a mí, en la cama, y comienza la tarea de hacer el porro.
El mecanismo del Universo por un instante (sólo por un instante)
movido por sus ágiles dedos, la papelina que sostiene en su interior
el amor, el odio, la ternura, el olvido… el pilar de las horas moldeado
por sus yemas de mujer griega, la sombra de Pólux esperando pacientemente
el relevo en los límites del no-ser.
¿Sabes Laodamia? Me da miedo pensar que todo
esto no es más que un sueño y que al despertar tú dejarás
de existir. Ella vuelve a sonreír. Me mira con cautivadora malicia.
Ha terminado de hacer el porro y lo enciende. Da una calada y me lo pasa. ¿No
te has parado a pensar que quizás seas tú el que deje de
existir cuando yo despierte?
El humo sale de mi boca. El humo eleva columnas que
sostienen un templo inexistente. Entre ellas, Protesilao espera el término
de su plazo. Me mira con las vacías cuencas de sus ojos y me siento
solo, vulnerable, indefenso ante la llegada del amanecer.
El gemido de placer la caída volver al reino
de la oscuridad el relinchar de los dorados caballos que anuncian el
día la caricia, el abrazo, la suave voz de Laodamia que suspira
plácidamente en mi oído
¡Dímelo! ¿Qué harías? ¿Qué serías
capaz de hacer por mí?
No lo sé caminar caminar sobre las aguas desconectar
el móvil llegar tarde al trabajo dejar de existir y sin embargo
pronunciar tu nombre

