Cortos 2 Índice Cortos 4

 

 

José María Merino

Luis Mateo Diez

Franz Kafka

Vicente Muñoz

Juan Quintana

Daniel Lebrato

Antonio Porpetta

Miguel Ávila Cabezas

Eduardo Moga

Antonio Polo

Celia Correa Góngara

Rocio Bueno

 

 

 

JOSÉ MARÍA MERINO

 

ECOSISTEMA

 

El día de mi cumpleaños, mi sobrina me regaló un bonsái y un libro de instrucciones para cuidarlo. Coloque el bonsái en la galería, con los demás tiestos, y conseguí que floreciese. En otoño aparecieron entre la tierra unos diminutos insectos blancos, pero no parecían perjudicar al bonsái. En primavera, una mañana, a la hora de regar, me pareció vislumbrar algo que revoloteaba entre las hojas. Con paciencia y una lupa, acabé descubriendo que se trataba de un pájaro minúsculo. En poco tiempo el bonsái se llenó de pájaros, que se alimentaban de los insectos. A finales de verano, escondida entre las raíces del bonsái, encontré una mujercita desnuda. Espiándola con sigilo, supe que comía los huevos de los nidos. Ahora vivo con ella, y hemos ideado el modo de cazar a los pájaros. Al parecer, nadie en casa sabe dónde estoy. Mi sobrina, muy triste por mi ausencia, cuida mis plantas como un homenaje al desaparecido. En uno de los otros tiestos, a lo lejos, hoy, me ha parecido ver Ia figura de un mamut.

 

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LUIS MATEO DIEZ

 

EL POZO

 

Mi hermano Alberto cayó al pozo cuando tenía cinco años. Fue una de esas tragedias familiares que sólo alivian el tiempo y la circunstancia de la familia numerosa. Veinte años después, mi hermano Eloy sacaba agua un día de aquel pozo al que nadie jamás había vuelto a asomarse. En el caldero descubrió una pequeña botella con un papel en su interior. Este es un mundo como otro cualquiera, decía el mensaje.

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FRANZ KAFKA

 

COMUNIDAD

 

Somos cinco amigos; cierta vez salimos uno detrás del otro de una casa; primero vino uno y se puso junto a la entrada; luego vino, o mejor dicho, se deslizó tan ligeramente como se desliza una bolita de mercurio, el segundo, y se puso no lejos del primero; luego el tercero, luego el cuarto, luego el quinto. Finalmente, todos estábamos de pie, en una línea. La gente se fijó en nosotros y saludándonos decía: los cinco acaban de salir de esa casa. Desde entonces vivimos juntos, y tendríamos una vida pacífica si un sexto no viniera siempre a entrometerse. No nos hace nada, pero nos molesta, lo que va es bastante; ¿por qué se introduce por fuerza allí donde no se le quiere? No lo conocemos y no queremos aceptarlo con nosotros. Nosotros cinco, la verdad, tampoco nos conocíamos antes y, si se quiere, tampoco nos conocemos ahora, pero lo que es posible y admitido entre nosotros cinco es imposible e inadmisible en ese sexto. Además, somos cinco y no queremos ser seis. Por otra parte, qué sentido puede tener esta convivencia permanente, si entre nosotros cinco tampoco tiene sentido, pero nosotros ya estamos juntos y seguimos estándolo, pero no queremos una nueva unión, precisamente en razón de nuestras experiencias. Pero ¿cómo enseñar todo esto al sexto, puesto que largas explicaciones implicarían una aceptación en nuestro círculo? Es preferible no explicar nada y no aceptarlo. Por mucho que frunza los labios, lo alejamos empujándolo con el codo; pero por más que lo hagamos, vuelve siempre otra vez.

 

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VICENTE MUÑOZ

 

EL CENTAURO

Escuchamos en la lejanía un rumor sordo y creciente, el trueno de una doble tempestad, y en el horizonte una nube de polvo hinchada precedió la llegada de los invasores del allende. Cayeron sobre nosotros como el viento, sembrando en nuestras filas el terror con largos cuchillos refulgentes y báculos de fuego que herían desde la distancia. Pero , aún más que sus ingenios, asombraba la fisonomía de sus cuerpos, fusión de hombre y bestia en un solo perfil. Su aspecto era fiero y espantoso: lo que parecía ser un hombre demediado se enfundaba en una carcasa rutilante y cegadora sobre la que rebotaban nuestras lanzas. Su cara apenas era discernible, oculta como estaba en una profusa mata de pelo desgreñado. El término de su espalda se fundía con la grupa de la bestia, de enorme vientre y ojos destellantes. Era ágil y fuerte, y la vimos varias veces saltando sobre nuestras cabezas impulsada por sus patas delanteras. Aturdidos por su magia y conscientes de su poder, nos postramos frente a ellos sin ofrecer apenas resistencia, prestos a idolatrarles como a dioses. Y entonces sucedió el mayor de los prodigios. Uno de ellos se acercó hasta nuestro grupo y ante nuestra mirada se escindió en dos partes sin esfuerzo, quedando bestia y hombre separados y aumentando así nuestro pavor. Su vez era ronca y cavernosa. Su nombre, Hernán Cortés.

 

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JUAN QUINTANA

EL HURONERO

Para cazar, introducía el bicho en las madrigueras. El cascabel sonaba, alejándose. Él escuchaba el tintineo. De pronto preparaba la escopeta. Los conejos, asustados, salían como un vómito de la negra bocaza del túnel. Caían, a lo lejos, en dos o tres sacudidas perfectas. Era un fino tirador. No erraba el tiro. Sólo había oportunidad para el tercer conejo, cuando la había.
En la noche buscaba al bicho. Oía el tintineo del cascabel. Le guardaba en la bolsa. Sabia que dentro del túnel todo estaba perdido. El hurón olía a sangre. Llevaría los bigotes manchados de entrañas.
Así, día tras día.
Una noche no regresó el huronero. Le encontraron, destrozado, mientras su bicho le lamía la sangre. Todos pensaron que había sido un lobo. El hurón conocía la verdad, pero su idioma era el de un cascabel que encontraron en el estómago del muerto. Pensaron que se lo había tragado

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DANIEL LEBRATO

——Píííííííí.
——¿¿......?
——Soy Yo.
Hasta que un díía fatalmente tuvo que decir quiéén era. Supongamos: Daniel Lebrato, 31.01.05

 

Nota de redacción: El siguiente relato de Daniel encontré mecanografiado yaciendo sobre una mea durante uno de esos interminables consejos escolares hace muchos años ya. Aburrido del tema a tratar empecé a leerlo y me causó gran gozo. Sin embargo mis pesquisas a cerca de la autoría de este magnífico relato quedaron sin resultado palpable….hasta que el verano pasado Daniel me mandó esa misma historia de la rosa en un e-mail. Así, después de más de 10 años he dado con el origen y para festejarlo lo publicamos en HwebRA con el permiso correspondiente de su creador aunque no es precisamente un relato supercorto. (illi)

 

EL OTRO NOMBRE DE LA ROSA

La costumbre es otra naturaleza, y el mudarla se siente como la muerte (Miguel de Cervantes)

De repente, aquella firma. Todo bien hasta llegar a aquella firma. Todo en orden. Los estoy bien. Los mi madre no para de alimentarme. Los cuando me veas no me reconoces, de morena que estoy. Todo, hasta lo de abrazos, tan previsible en su postal. Pero aquella firma. Algo fallaba en aquella firma. ¿Qué pintaba aquel María añadido a su nombre? Manuel mirando la foto una y otra vez. Pueblito costero con playa y barcos de pesca. El matasellos. La fecha. Viñamar, veintitrés de agosto. La forma de la letra. Todo en orden, pero ¿por qué firmaba Rosa María y no Rosa?
Él sabía el nombre completo de ella. Cómo no lo iba a saber. En este país todas las mujeres llevan antes o después el María. Pero Rosa jamás se identificaba con él de esa forma, con su María y todo. Manuel se preguntaba bajo qué influencia Rosa se había saltado un código que venía funcionando entre los dos desde hacía mucho. Él nunca había firmado Manuel José. Y eso que a él su mamá, de chico, lo llamaba así. Qué cosas tenía su madre.
Rosa María. Rosa María. Allí estaba letra a letra. Sin lugar a dudas. Un güisqui. Luego pensó que el asunto carecía de importancia. Que no era ni siquiera un incidente. No seas celoso, seguro que los de su casa la llaman así, Rosa María. Otro cigarro. Familia, padres, marido o ex marido. Ahí te jodiste, hermano.
Error en una carta. Error. Manuel se acordó de Cartas de mamá de Cortázar. Fue a la estantería. Conan Doyle, Conrad, Cortázar, Queremos tanto a Glenda, no, aquí está. Lo de Nico por Víctor. Error en una carta. El error en la carta de mamá. Manuel, libro en mano, regresando a su estudio: No creo que lo de María sirviera como argumento a ningún escritor, ni siquiera a Cortázar, que con poco que le den te monta una historia. La importancia de los nombres. ¿Ernesto? El Nominalismo. Occam. De los nombres de Cristo. ¿Se puede escribir un libro sobre los nombres de Cristo? Reflexión. Se puede. Idea productiva. Preparar clases. Erasmismo y Contrarreforma. Preparar. Olvidar el nombre de Rosa. ¿El nombre de Rosa? ¡Claro! Vuelta al cuarto de los libros. Espronceda, Engels (todavía Engels), Apo¬calípticos e integrados. Desanduvo el pasillo con El nombre de la rosa bajo el brazo. Al final, hombre, las últimas palabras. Stat rosa pristina nomine, nomine nuda tenemus. ¡Este Eco! A saber quién era el padre del latinajo. Resistencia a dar el episodio por concluido. Dónde está el mechero. Allá cada uno con su nombre. Mejor preparar clases para el año que viene. Septiembre o setiembre. Erasmismamente, calor, agobio.
Devolvió las novelas a su estante y se trajo el Bataillon. En serio, esta vez. Un güisquisito. 750, 754, 762: El Enchiridion había lanzado a través de España hacia la época en que Luis de León venía al mundo. Erasmo había invitado a buscar los misterios escondidos bajo la letra de la Escritura, y apoyarse en. ¿Misterios escondidos? Rosa María. ¿Qué misterio se escondía bajo el lapsus de Rosa? Seguro que Rosa (un trago) no se había dado cuenta de su error. Se le habría escapado a fuerza de oírselo a su familia y a su ex, que pueden mucho los ex maridos cuando hay por medio paguita y niños. Y a la hora de firmar la postal se te va sin querer, tía. ¿Sin querer? Pero entonces era que ella se había olvidado de él, su amante de corazón, su Manuel del alma desde hacía. Repasó con ojos suspicaces el resto de la carta. Abrazos en vez de te quiero. Todo encaja. Rosa nunca se mostraba muy efusiva y él lo sabía, aunque (digo yo) podía haber escrito cosas más cariñosas, después de los días puta madre que pasamos juntos antes de irse a la playa, y no esta postal tan fría, me cago en la. Quizá Rosa la escribió delante de su ex y Rosa María será como la llame su ex marido. Sus viejos no van a ser, Rosi, Nena o Niña (a fin de cuentas, hija única). Los hijos tampoco, Mamá o Rosa, que hay muchachos que nos llaman por el de pila, como a mí el mío, te jodes como Herodes.
Otro cigarro. Bataillon muerto de risa encima de la mesa. 762, 763. Más güisqui. Coñazo cubitos. No eran celos, qué tontería. Pero ella debería cuidar ciertos detalles. Ellos dos eran Rosa y Manuel. Lo demás, pamplina. ¿Eran los celos una pamplina?
Peripatético total, Manuel reflexionaba, pasillo va, pasillo viene, sobre los nombres. Títulos y maneras de llamarse. La forma en que los tíos hablan de su pareja. Mi señora: feudal ya casi. Mi esposa: policial se quiera o no. Mi compañera: de progre de museo, ¡ay Víctor Jara! Mi compañera sentimental: para páginas de sucesos. Mi costilla: qué pasada. Mi rollo: autocrítico. Por no hablar de Mi parienta: de talleres de almanaque con tías en pelota. Mi mujer: posesivo cuan¬do menos y el posesivo siempre por delante. Mi lo que sea, pero mi. Mi, tu, su. Mi.
Y ellas ¿por qué no dirán mi señor o mi hombre? Es verdad que tampoco nosotros usamos mi marida. Tengo que consultarlo con algún colega de lengua. Alguna razón habrá, digo yo. Luego venimos los que no damos título ni damos posesivo. Los que decimos Ana, Pedro, Andrés (le debo carta, pobrecillo). El nombre y punto. Lo menos comprometido. Jodidos los chuchi, piluchi, ani, petri, pepote, pedrín, gatita, cielo. Como apropiaciones ilegales. Más güisqui. Y el más hortera todavía: tíos tan mayores diciéndoles a sus mujeres: Mamá. ¿Edipo?. Y ellas, con más arrugas que un plato de callos, llamándoles a ellos: Papá. De puta pena. Será que quieren volver a la infancia o que se lo oyen decir a los niños: Papá, Luisito me ha pegado. Dice Mamá que me limpies el culo. Jo.
Manuel pensó que podría escribir un libro. ¿Cómo lo titularía? ¿Función escatológica del cariño? No. ¿Hipocorística en la sociedad de consumo? Psssseeeée. ¿De los nombres del cónyuge?, ¿de la pareja?, ¿del otro?, ¿del más allá?, ¿de Rosa? No, de Rosa no. No hay más Rosa que Rosa y aquí uno es su profeta. Nunca Rosi ni Rosona ni Rosita ni Rosa Rosae ni Mari Rosi ni Rosa Mari ni Rosaofú. Siempre Rosa (nomina nuda). ¿A dónde va con lo de Rosa María? Pedazo cigarro.
El había respetado escrupulosamente la pureza de los nombres (pristina nomine). Manuel, no Manolo, Lolo, Inmanuelo, Lolillo, Lolete, Lete, Lele, Le. Pero ahora, con su María, algo había fallado y no por exceso sino por defecto. Mujeres casadas. Amantes y maridos, lo que va. Tomar partido. Ella tomaba partido, se distanciaba. Rosa María sólo existía en la playa, en la familia. Tribu, los maridos, los ex que no caducan nunca. Rosa se había olvidado de a quién enviaba la postal. Eso era. Mundo legal y mundo clandestino. Manuel lo sabía. Era otra. El nombre de otra. El nombre de la casada. Ex madre y exposa. De buena reputa. En vacación respetable, ja. En playa horteramente respetable, ja, ja. Domingueros al fin y al cabo, ja, ja, ja. Güisqui. No tiene gracia. Patada a la pared. Mierda. No es para tanto. No seas injusto, Manuel. Un trago. Tú también vas de respetable, por mucho que te las pegues de. Manuel, Manuel José. Rosa, Rosa María. Lo que va. Padres. Facturas por medio. Recibos. Colegios. Dentistas. Fin de mes. ¿No será que ahí te jodiste? ¿Se fastidió para siempre? ¿Fue ahí? Manuel Micasa. Rosa Mihijito. Manuel Susvacaciones. Rosa Mimujer. Manuel Miex. Mi. Mi. Mi. Leche. Moderneces. Otro trago. Nuestro cuerpo es siempre monárquico. El nuevo desorden amoroso, ¿nuevo?
Manuel volvió al cuarto a por otro cigarrillo. Allí, sobre la mesa, el cuerpo del delito. Playa y barcas. Viñamar. Veintitrés. Agosto. Rosa María. Coñomaría. Rosacoño. Fumar. Fumar. Mechero. Le prendió fuego a la postal.
El ducados le supo a gloria.

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ANTONIO PORPETTA

 

SIETE CUENTOS MÍNIMOS

ESPECIES


Aquella tiendecita tan aromática tenía un gran surtido de especies. Pero carecía de familias, órdenes, grupos y géneros. Una pena.

MÉTODO


Era una lumbrera. Había inventado la “Preterología”, un método científico para predecir el pasado. No fallaba jamás.

TELÉFONO


Su adicción al teléfono no tenía cura: muerto y todo, se empeñaba en seguir llamando desde su teléfono inmóvil.

PREGUNTA


La madrastra se quedó estupefacta cuando el espejito mágico le dijo:
- “Sólo contesto preguntas de estricto contenido ético, señora””.
Y ahí se acabó el cuento.

FUTURO


Aunque no lo pareciera, aquel adolescente tenía las ideas muy claras sobre su futuro.
- ¿Y a ti qué te gustaría ser de mayor?
- A mí, nada.
- ¿O sea, que no quieres ser nada de mayor?
- Pues claro que quiero ser algo: quiero ser nada.
No se ha podido comprobar si el chico alcanzó su objetivo.

POBRES

Era un país riquísimo. En los semáforos de las grandes ciudades, los menos ricos, que allí eran pobres, ofrecían, con total garantía de origen, estolas de visón, latas de caviar Beluga, relojes Rolex, pañuelos de seda, joyas variadas...
Pero casi nadie les compraba. Todos tenían ya de todo.
Y ya ven, aquellos pobres ricos eran tan desgraciados como nuestros pobres pobres.

PREHISTORIA

A la joven estudiante le apasionaba la Prehistoria: pensaba en el ““homo erectus””, y sentía un escalofrío.

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MIGUEL ÁVILA CABEZAS

VARIACIONES SOBRE EL MISMO TEMA



"Cuando despertó, supo al instante que él no se encontraba allí".

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EDUARDO MOGA

 

[CRÓNICA FAMILIAR]


El castellano de aquella familia era tan robusto que el niño no decía 'tengo caca', sino 'tengo zurullo'

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ANTONIO POLO

EL VIAJERO DE LA ONDAS

El hombre al que todos llamaban Ícaro supo que ningún mortal había contemplado el mundo desde tan alto: como los dioses que imponen su dominio desde el Olimpo. Durante su viaje apartó las Águilas del cielo y vio el mar que entonces era distinto y le dio un nombre; luego deshizo una nube y corrigió los mapas de la Biblioteca de Alejandría. Más tarde acompañó a la aurora boreal durante una dinastía de noches lánguidas; después no supo cómo acabó enamorándose de los incendios del África, y por fin prometió guardar el secreto a los amantes. Pero ahora, camino hacia las estrellas, se desprenderá de la cera de sus alas y vagará entre órbitas secas y deshabitadas hasta las fraguas de Titán donde se forjan las espadas que impiden a Saturno devorar de nuevo a sus hijos.

 

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CELIA CORREA GÓNGORA

 

JU EGO DE NIÑOS

En mi calle vive un niño que le decirnos Ti Lin y todos los días nos vamos juntos, al colegio. El Ti Lin tiene nueve años, igual que yo y dice que es español porque ha nacido en España, pero que sus padres son Chinos porque han nacido en China. El Ti Lin tiene los ojos así, para arriba, como dos rayas de boli y tiene la cabeza tan gorda como un balón de fútbol. El Ti Lin es que habla con sus padres de una forma ¡más rara ... ! El primer día que don Máximo lo llamó, toda la clase se rió que ni te cuento... Joder! es que el tío tiene un nombre que suena a campanilla. Nos descojonábamos y el tío, nada, que ni se coscaba... El Ti Lin, entonces, no hablaba con casi nadie o mejor dicho, ninguno de la clase quería saber nada del Ti Lin. En los recreos, venía y nos preguntaba que a qué jugábamos y, nosotros “que a nada" y el Ti Lin se iba porque sabía que "nada" quería decir "vete, que no queremos nada contigo". A mí, la verdad, es que no me gustaba que lo trataran de aquella manera, me daba no se qué, pero... es que yo no ponía las normas y además, tampoco quería líos, yo lo único que quería y que quiero es jugar al fútbol. Nosotros no éramos los únicos que no queríamos nada con el Ti Lin, que conste; los sudacas y los negros tampoco lo querían en su equipo. "; Dónde vas con esa jeta, tío?" le decían. Un día, el Rafi, un delantero nuestro se lesionó y no tuvimos más cojones que dejar que jugara el Ti Lin. ¡Qué partidazo, tío! Memorable, de los que hacen época. De cinco goles, el tío va y se marca cuatro. Nos dejó a todos planchados. Juega igual que Raúl, bueno, igual no, pero casi...¡Cinco a cero! ¡Menudo fichaje! Es el jugador más habilidoso que ha pisado el patio del colegio. Ahora, hasta nos peleamos porque juegue en nuestro equipo. Pero el Ti Lin se da unos aires que te cagas y hasta pone las normas, mira tu... Qué se le va a hacer... El fútbol es así.

 

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Rocio Bueno

A veces, me gustaría pasear con los ojos cerrados. Hoy, evitaré mirar al reloj. Quiero caminar por una mañana de la que formo parte. Escucho una jornada de monos azules ocupando toda la calle. Siento un hueso del crecimiento que se niega a endurecerse. Encuentro un avance mediocre y español o un gran descuido con juguetes nuevos y confundo un móvil con unas maracas. Intento un suicidio involuntario en cada semáforo en rojo. Sudo en cada cuesta, superando mi adicción al alquitrán con pruebas de resistencia. Ahora mi oficio es reírme y no callar hasta que los jefes me censuren.

HUESOS

Los huesos se resienten bajo el sombrero de paja. Empuja la carretilla y, con ella, el aperitivo de los veraneantes. No muchos, prefieren la grasa del chiringuito. La voz es del silbato, y un ronco intento de promoción da sus frutos en una sombrilla de flores. De esa edad es su nieta, cargando refrescos y patatas a veinte metros. Limpiaron las latas con el revés de la toalla. Pero yo no estoy sucio, es el moreno de sesenta años de sol.

POCA FUERZA

El televisor estaba encendido. Recostada en un cojín y de lado sobre el sofá. Se entretenía mirando el surtidor de imágenes absurdas. Escribía en un papel palabras, oídas al instante y con el sentido abstracto de las ideas. Las pupilas no brillaban de ilusión, tampoco era el llanto vacío del aburrimiento, eran las bombillas, una lámpara con aspas y una teleserie barata. La vida era cotidiana, pero hasta las noches mal apagadas se volvieron rutina. Los ojos de alma desgarrada nadaron en un techo interminable. Luego intenté encontrarlo en la calle

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