Contenido HwebRA 5 Contenida de poesía

 

 

(Sevilla, 1974). Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Sevilla. Profesor de español para extranjeros en Sevilla. Libros de poesía publicados: Los ángeles confusos (V Premio Universidad de Sevilla, Ed. Univ. de Sevilla, 1999), Invitaciones sospechosas (IV Premio Surcos, Ed. Renacimiento, 2001). Ha realizado crítica literaria en las revistas Vesilda, Mercurio y Clarín y en los suplementos culturales de los periódicos El Diario de Sevilla, El Correo de Andalucía y El Diario de Andalucía. Por su último libro, Casa quemada, ha quedado finalista del V Premio de Poesía Emilio Prados, convocado por el Centro Cultural de la Generación del 27, y ganador ex-aequo del XVIII Premio de Poesía Antonio Oliver Belmás.

 

 

 

 

Tres poemas del libro "Casa quemada":

CASA QUEMADA

Exprimimos al fondo de la noche
los cuerpos imponiéndoles
un pulso y una extrema resistencia
al viento oscuro que provoca
el demonio febril
que aquí nos tiene, esclavos. Queda todo
dicho en la lasitud y el vicio
que nos limpian de un modo impredecible,
como un verso llegado a la pura ignorancia,
como si nos volcase la ola del vencimiento.

Se hace carne el presente, frágil
y violenta a la vez, consciente del desastre
de esta agresión que no sucede
contra el tiempo, sucede sin indulto
sobre nosotros los culpables, los débiles.

Para la noche débiles, para el dolor osados.
¿Quiénes son los que queman
su casa contra el frío de la intemperie,
los que anegan la propia barca
en nombre de una costa que no existe?
Nosotros que mordemos sobre lo irreparable
y en la fiera alegría
del desamparo, por llegar más lejos,
por ser nosotros pero sin nosotros,
dejamos que la noche nos exprima
como seca naranja y le rendimos,
exhausto barro irremisible,
este homenaje atávico del cuerpo

 LIBRO DE LEVÍTICO 10: 1,2

Servidora celosa de una turbia liturgia,
despreciando la luz que no provenga
de tus injustas brasas, la ruda claridad
que intentamos alzar destruyes implacable
y clavas tu pisada, como una fría púa
o un insano silencio, como feroz aceite
sobre el pecho indefenso, limpio,
de la derrota unánime que somos.

Haremos con palabras
un fuego extraño,
con nuestra juventud que no tolera
estar vivos sin más y necesita
a una llama apostar su vida inútil.

Pero tú bajas, muerte,
en nombre de qué dios
altivo,
y rompes cuanto alumbra nuestra noche.

No podrás evitar, sin embargo, este grito
que cifra una respuesta ingobernable:
no somos nada y en la nada ardemos.

 MANZANAS

La mañana nos dice su luz desmadejada
como una flor abriéndose al rocío.
Tras la ventana espera ya
el brillo de las cosas que con su fin nos tientan.

Si no abro la ventana el asombro se duerme
bajo una manta que no cubre
sus pies entumecidos.
Si no abro la ventana no existirá el camino
que veo atravesar un bosque que me oculta.

Nos dice la mañana un nacimiento,
el sol urdiendo un mundo sin respuestas
para el hielo dolido de las vanas preguntas.
Es su trabajo terco ofrecer las manzanas
que en el deseo dulces se deshacen.
Negarlas es el terco oficio
de la derrota nuestra, tan podrida.

Sobre la piel marchita de las sombras
que somos rompe el sol y contra los visillos.
No hay transparencia
más alta que este ser en el temblor del día,
en la necesidad de las manzanas.