Contenido HwebRA 5 Contenida de poesía

 

 

 

Nací en Huelva en 1976. En esta ciudad, salvo alguna escapada, he pasado toda mi vida. En ella crecí e hice amigos: ya dije, toda mi vida. Soy licenciado en Humanidades y ahora intento eseñar español en Gießen (Alemania). He ganado algún premio de poesía; el año pasado el Eladio Cabañero (Tomelloso) y el Luis Rosales (Madrid) Escribo casi desde siempre, poesía sobre todo, pero un poco menos cada vez; a cada nuevo intento la cosa se complica. Pero qué me queda, sino el intento

 

 

 

 

QUIÉN


para mi amigo Borja

y yo, que soy los otros
que duermo cada noche y paso en vela
todas las madrugadas
yo que al caer la tarde
vuelvo al hogar feliz y cabizbajo
y no regreso nunca y en vano alguien me espera
yo que desde el descanso victorioso
miro sin una lágrima
mi cuerpo destrozado en la derrota

y yo, que soy todos los otros
que soy quien se ha marchado de la cama y quien extraña
a quien se va en silencio
quien lanza algún suspiro ante los restos del naufragio
y aquel que es sólo mar
quien impaciente llora el rostro enfermo tan querido
y no puede observar cómo lo lloran
yo que beso y traiciono
que escapo y me persigo y busco algunas
respuestas pero insisto en mi ignorancia
que muero entre mis manos homicidas
y estoy frente al espejo sintiéndome observado
yo que tanto poseo y que no tengo
otra riqueza más que estas manos vacías tan inútiles

y yo, que he sido tantos, tantos otros
al fin de cada vida me retiro y miro atrás
temiendo no ser nadie

LA SOMBRA DE ÁYAX LLEGA AL HADES

ya estoy en la otra orilla, la agonía
de ser el derrotado no la borra
haber muerto a mis manos, ni me ahorra
vergüenza que el escarnio de aquel día
naciese en la locura, supo amarga
mi suerte (o mi destino) y eso es todo
mis gestas se perdieron en el lodo
pervive mi ridículo en la carga
justa con que en el último momento
partí, no la armadura ni la espada
que abrió mi pecho y sí un remordimiento
más hondo y doloroso, sólo pido
ese silencio eterno que no es nada
y que es todas las cosas, el olvido

Poema X del Poemario VOLVER

basta con despertar
andar durante un rato a tientas por la casa
palpar, reconocer
todos esos objetos
la vieja estantería, la silla un poco hundida, el insistente
reloj que nos avisa o nos hace sospechar, temernos algo
basta con pisar suelo inesperado o sentir que nos golpea
la cara el aire frío que a estas horas
debiera estar ahí fuera lamiendo los rincones como un perro
te basta el sueño roto
la necesaria pausa interrumpida
por un grito o tal vez por algún vértigo
llegado de repente, por cierta soledad
ahora injustamente descubierta

sabíamos que noviembre traía lluvia, y qué hermoso era entonces
el ruido de la lluvia golpeando los cristales
y el viento que quebraba las ramas o tan sólo
hacía inclinarse al árbol más pesado
muy lejos una luz se abría entre las nubes
y al rato, unos segundos después, casi temblaban
la casa, las montañas, todo el mundo
y en medio de aquel fin del mundo nuestras risas
hacían temblar por dentro los cristales
y era hermoso
ver sobre la ventana nuestras respiraciones
y hacer dibujos tontos, pintar un corazón o la inicial
del nombre con un dedo y sentir cómo un instante
duraban nuestras huellas hundidas en el vaho

pero no es sólo despertar, uno se encuentra a veces
de frente con las sombras de noches agitadas
que van quedando atrás
y uno camina a veces entre esos mismos perros y entre esos alaridos
de niños solitarios como perros
y entre esos mismos nombres de calles extranjeras
y entre esas mismas calles donde nos encontramos
de frente con nosotros, con esas mismas dudas
profundas como noches
uno se encuentra a veces con cuerpos derrotados
con ropa abandonada, con caras de cartón
mojado, con cristales que insisten, multiplican
el eco imperceptible de pasos indecisos
y no son más que un resto cansado, un desperdicio que apenas reconoce
que dentro de su cuerpo se obstina en perseguir cada silencio

las tardes de cemento se vienen sucediendo desde entonces
se cubren unas a otras, nos encierran
peor que los laberintos, cegando las salidas
echando aún más tierra encima de las brasas
de aquel fuego que fuimos y apenas sobrevive
¿vimos la cara muerta llamando desde el fondo
del pozo? ¿conservamos
como una cicatriz el llanto de los niños
a punto de extinguirse en la corriente
del río, junto a nosotros? ¿o entornamos
alguna vez los ojos para oír allá, a lo lejos
la caída inevitable de algún árbol
o el trueno o el silencio de un animal que acecha?

y en todas las arrugas de tus pasos encuentras un indicio
en todos los bostezos una vida que escapa tropezando
y en todos esos golpes del aire que descubre
de pie, junto al balcón, tu piel desnuda
es fácil intuir
esa otra piel, más suave y aún intacta
de aquel que río abajo
no deja de alejarse
qué fácil olvidar
qué fácil, y qué extrañas estas noches
de insomnio innecesario
noches en que esta casa
es un desconocido que se abre y que te expulsa
qué extraño es despertar en medio de recuerdos ajenos o lejanos
sin nada que coger, ni un sitio en que sentarse
ni voces que repitan aquello que perdiste
sin nada más que el vértigo llenándote los ojos
las imaginaciones
las tristes pesadillas que incompletas
parecen empujarte contra el suelo
donde es tal vez posible
(después de atravesar los metros y los años)
volver