Contenido HwebRA 5 Contenida de poesía

 

 

 

Juan Miguel López (Madrid, 1973) ha publicado el poemario El invierno metido en los pulmones (Oviedo, Línea de Fuego, 2002). Desde hace tres años reside en Rusia.

 

 

 

 
THIS IS A ZOO AND THE KEEPER AIN’T YOU

Los monos del zoológico contemplan
con incredulidad y asombro
las hordas de entusiastas visitantes
(gafas de sol, atuendo deportivo,
teléfonos móviles, gorras, cámaras
fotográficas, gestos y chillidos
ininteligibles) al otro lado
de la jaula. El día alcanza ahora
su apogeo. Uno de los homínidos
autodenominados superiores
en un arranque de alegría (puede
que el sol del mediodía del domingo
al que sucederán seis nuevos días
idénticos y laborables
tenga que ver con ese sentimiento)
desenfunda y decide aproximarse
a los barrotes y sacar
la foto de rigor: en primer plano,
su prole; en segundo, los macacos.
«Patata», dicen todos, sonrientes,
y entonces suena el clic. Los monos
a pesar del puñado de manises
que lanza al interior algún intrépido
siguen sin entender qué hostias hace
tanto descerebrado erecto suelto.

 

LOS ZAPATOS

que anoche arrumbé
en un rincón de la cocina,
atropellada y torpemente, antes
de orinar dando tumbos y acostarme,

ahí están todavía, abiertos y vacíos
en el suelo,
sucios y descascarillados,

vestigio de otro ataque infructuoso
a la soledad.

 

VIÉNDOLAS VENIR

Mujer, sé bien que andas buscando –aunque puede
que tú aún no lo admitas– al padre de los hijos
que querrás tener en cuanto cumplas
unos años más. Eres hermosa y leve
como una nube en el atardecer y al mismo tiempo
tienes más peligro que la cláusula en letra pequeña
de un contrato laboral basura: toda la vida trabajando
para otro (sea la especie o el patrón), toda una vida
para aportar un ínfimo grano de arena
a este dudoso tinglado que en realidad
ni nos va ni nos viene y que nos obstinamos
en mantener en pie. Pero eres
hermosa como una pantera
oculta entre las sombras, una trampa atractiva,
una llaga que sólo empezará a doler
pasado el tiempo, cuando por fin nos abandone
esta euforia, este apetito que nos aprisiona,
y caigamos en la cuenta de que nuestros cuerpos
también mienten, aunque digan la verdad: esperma,
coito, crías. Eres
un abismo cuyo fondo
ya conozco. Y me asustas,
tan inocente y tan rotunda, tan animal.
Y no es que yo no tenga instinto: te juro
que a pesar de estas palabras te deseo;
pero aunque tarde o temprano también yo
termine pisando el cepo
quiero dejar aquí constancia de que un día
como hoy, recién cumplidos los treinta,
lúcido, frío y alejado, te vi venir.