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La poesía española más joven, contrariamente a lo que venía sucediendo en generaciones anteriores, no se siente constreñida o limitada a ninguna estética dominante o hegemónica y, por tanto, es difícil extraer conclusiones más o menos fieles, más o menos generales sobre ella. Si este rasgo de desubicación estética podría confundir e incluso exasperar a la crítica que trata siempre de buscar rasgos o pautas delimitadoras, acaso podría revelar a los lectores algún rasgo sociológico de interés. La creciente importancia de la poesía femenina, con sus rasgos específicos, el interés que suscita entre algunos jóvenes poetas las estéticas novísimas, el uso de las nuevas tecnologías, que abren panoramas impensados, el decidido interés por los temas sociales, ecológicos e incluso ideológicos, pero, sobre todo, el amplio espectro de sus voces, la riqueza de sus tradiciones y la extrema complejidad -y fragilidad- del mundo en el que acaban de entrar convierten en especialmente atractivas y ricas sus poéticas.
Es un hecho que desde la irrupción del PP como partido de Gobierno, la cultura ha vivido en España un retroceso que podríamos calificar de preocupante. Este hecho, unido al crecimiento mediático de una cultura de la basura, que no opera sólo en ámbitos televisivos, sino que extiende sus raíces sobre todo el contexto cultural español, en el que los periódicos y sus suplementos han ocupado poco a poco el espacio de anticipación y de guía que antaño ocupaban las revistas, han hecho que la poesía, minoritaria siempre, se haya recluido aún más en sí misma; si añadimos a esto el desmantelamiento de un sistema educativo de carácter humanístico en favor de otro que tiene como referencia y norte el mercado, así como la rápida evolución de la sociedad española hacia una mucho más competitiva e hipotecada, podemos colegir que la poesía ocupa un lugar definitivamente marginal en la cultura española.
A pesar de todos estos factores que pesan en su contra, los jóvenes poetas españoles no han dejado de escribir, a veces refugiándose en mundos interiores y a veces denunciando los abismos que se abren a nuestro alrededor. Casi todos se han fogueado a través de grupos poéticos y talleres literarios urbanos (un fenómeno nuevo en España al que habrá que prestar atención), que han servido de dinamizadores y catalizadores de una creación que, por contra, no se presenta con carácter cerrado, ni tiene aspiraciones hegemónicas. Habría que destacar en ese sentido los talleres de poesía joven de La casa del Ciprés en Córdoba, el Colectivo La palabra Itinerante de Sevilla, Madera Húmeda de Huelva, La Cuadra Dorada de Granada, el Colectivo Alicia Bajo Cero de Valencia...,a los que habría que añadir el interés que determinadas universidades han prestado y prestan a la joven creación poética, caso de las universidades de Sevilla, Barcelona o Córdoba. También las nuevas editoriales, caso de Vitrubio, DVD, Plurabelle, lf, Línea de Fuego o Sial han apostado por los poetas más jóvenes, lo que ha hecho posible que algunos de ellos hayan publicado ya importantes y significativos libros.
La presente muestra, que pretende ser simplemente orientativa, recoge a poetas muy diferentes entre sí. Esto, como queda expuesto, no obedece al criterio volandero del que firma, cuanto al carácter poliédrico que se vislumbra en la más rabiosamente joven poesía española.

Manuel Moya