Poesía

 

JESÚS HILARIO TUNDIDOR

 

(Pasiono es la penúltima sección de libro Mundo ahí, editado en la colección Puerta del mar en Málaga y abril de 1999)


PASIONO

PASIONO

VINE A NACER CON OLAS Y TORNADO
de sangre-españa fraternal y mía.
Crecí en el miedo. Ahora, todavía
recuerdo el mar aquél que yo he heredado.
Toda mi suerte ha sido mi pecado
mayor y noble: la melancolía,
junto a una profesión, que no quería
y cien poemas que os he entregado.

Tuve a la tierra así de compañera,
la hembra por varón, y porque sueño
tengo la humilde sencillez del leño
en llamas, que da todo y nada espera.
Y amo la paz, y el viento, y la quimera
de los hombres iguales, y es mi empeño

la luz, la luz hermosa y perseguida
y amo, tal como es, la puta vida.

FE MÁS ALTA

SI regresara ahora
a la ciudad aquella donde un tiempo creciese
cómo encontrar lo mismo
la vida, cómo hallar la niñez, el río, el puente
aquel del miedo, el agua
de la esperanza? ¿Acaso permanece
igual que en la clausura del recuerdo
la vida allí, si no parada, hermosa? Fuese
niño por cada calle, como entonces,
y quién oiría mi canción, qué gente
me cediera el oído, tal vez la mano para
levantar tanta muerte.
¿Cómo reconocer en cada piedra
de sillería, en cada plaza, en cada torre verde
de cielo y musgo lo que fue perdido, ganado
tan generosamente
solo? Hubiese deseado no estar dentro
ni tener juventud y que ahora fuese
uno más que se acerca y se acostumbra,
hace amistades, bebe
vino de herrero y buena viña pura,
pero no pisa sufrimiento, siente
pena, oye
dolor. Hubiese
preferido también no alzar el ala
de, tordo hacia el trigal de mi simiente,

no haber cambiado de camisa como
culebra jornalera. E iría en paz, de frente
lo mismo que la almena baja al río,
sin corazón y en paz...
Sé que no puede
suceder esto, que no todo es en vano
lo que uno en el espacio gana y pierde.

Ligeramente triste
escribí estas palabras, puras si dolorosas, fuertes
si solitarias, acaso repudiando
tanta mentira, tantas verdades inclementes.
¿Qué iba a encontrar
en esta época sorda, en esta oscura fiebre
de la esperanza? Limpio
volvería a vivir si lo pudiese.

que es inútil, siempre
poco sirvió habitar en la memoria,
ni vuelve el tiempo ni el retorno tiene
cabida en lo vivido. Pero si yo volviese
a mi ciudad, aquella
ciudad mía de tejas hondas y silente
alma, no fuera un hombre quien entrase, fuera
un niño; un niño que aparece
de pronto en tina calle con álamos y escudos,
y calla, se sorprende
de estar allí, y escucha a ver la vida, y quiere
que todo siga igual y mira el río


AZUL OSCURO

A mi abuelo Roque, ferroviario

DEJA tu lámpara en el suelo, dije
a quien iba cansado, apaleado
hasta no poder más con la esperanza.
No conocía cómo
la reciprocidad, las cosas y los hombres
tienen su signo, su desahucio
y su muerte, y su hermandad en el conocimiento.
Aquel bulto sabía. Yacente allí sabía. Mientras
yo en vano iba buscando una palabra
él generoso me ofreció los signos:
"Stehen transportieren".
El bulto aquél aquella noche de
Medina del Campo, campeador y símbolo,
si no clarividencia unido a la palabra
guardafrenero o guardavías -vía
o vida- me concedió la sola
posesión de la aguja, y fue ya fácil
hacer costura por la luz hundido
en la estameña dura de mi patria.

Deja tu lámpara en el suelo dije,
todo es mentira, es
mentira. Deja
tu corazón sobre ese riel con lluvia,
cede a la noche tu cansancio y duerme.

Tú estarás solo y estás solo. Mira
la lluvia, flor hermosa, doncella
también en soledad que ahora te acoge
y te acaricia y besa
dulcemente el universo de tu carbonilla.
Grave y solemne fue nuestro pecado:
la vida ahí, de frente, la ternura
de frente, y la venida
y la ida, de frente y para nada,
Ay, Stehen transportieren, ¿quién que nunca
pensó en caer cayó, cambió la pobre
moneda, dijo: sólo
tened costumbre, haceros
fuertes, pisad la tierra, comed y alimentaros?
Poco de menos o de más sería.
Ahora descansa, duerme, camarada,
lleno de ardor en cinta y cumbre triste
has vivido, la lámpara aposenta, tira al suelo
tu larga vigilancia, tu cansancio
que nada concedió. Ahora ya sabes
que es mejor hoy morir que un largo olvido"

¿Quién recuerda, quién dice
que fue verdad lo que no es hoy memoria?
Todo
fue un cruel sortilegio, álamos
y gorriones, y tarde azul junio a los trigos vives.
No hay noche ya, ni madrugada, ni
otra estación ni tren que el de tu vida.

LA SANGRE NO ES UN ÁLAMO

TOCO una huella hoy
sobre mi carne viva. ¡Viva Zapata! Muerte
es todo lo que hallo, crudo desorden, hierba
pisada, soledad, escombro.
¿Quién bajo la injusticia
puede ser justo, hacer
del corazón tripas y orejas, y aún mucho más: olvido,
e ir por la calle como quien va con un paraguas,
y ponerse a soñar: en paz descansen?

Me tomaría un vaso
de viento libre y de agua clara donde
sin azuletes ni lejía fuera
toda la luz del mundo, todo el aliento, toda
la sosa cáustica precisa
para lavar la sangre hereditaria.
Porque la sangre no es un álamo ni es
una planta, ni es una piedra que se tira,
ni algo efímero o tenue
que no haya merecido
haberla en cuenta, desposarla,
recibirla con limpia
solemnidad de nacimiento.

Me tomaría, qué bien sé cómo, una
marea de ternura, un antídoto noble si pudiera
para que nos limpiase los canales oscuros,
la vieja infección sucia de la guerra y el odio.
Pero no es sólo gesto, sino gesta
dolorosa. Remordimiento acaso
por mis años de niño, su blanca
inutilidad, su corto
entendimiento.

Cómo
tener hoy un sentido, tomar
una esperanza, creerla,
creer en Dios, amar al hombre, darle
las gracias? ¿Qué pueblo
entregar a mi hijo, qué leyenda
de amor? No culpo a nadie, todos
tuvimos bien la culpa, si acusara
fuera a este tiempo vil que me ha tocado
en vida. Tal vez la fuerza neutra
de la mercadería, de la mercancía, el predio
del deshonor, la propiedad injusta, el cielo
azul que nada, nunca, tiene.

Estoy hablando sobre
el fuego, con la mano extendida, llena la voz
y el pulso de raíces, de nubes, de oropéndolas
ciegas. ¿Quién creó
la verdad? Hay cosas, hay hermosas
palabras, signos dorados,
y a veces hay verdad utilizable
sólo, no siempre
valedera. Siento
no haber vivido aquella historia triste
y haber muerto por algo,
y no encontrarme ahora
con las manos secadas
en el remordimiento.


EPÍSTOLA A RAFAEL ALBERTI
DESDE LA TIERRA DE CARBAJALES

DESDE una tierra donde
España yace como
en siglos arropada injustamente y dormida.
Bajo mi juventud
de potro y hombre
triste, Alberti, amigo, compañero en la orilla
de la esperanza, oh, bajo
mi corazón te nombro
este silencio y esta durísima ceniza
de la patria:
¿Quién puso
la palabra comercio, o sangre, o muerte, unida
a la niñez? ¿ Quién hizo
el miedo por las calles,
quién despojo la limpia
ternura de los niños? Porque recuerdo ahora
de qué color la vida
se ponía en la tarde,
cómo calzaba a nuestros sueños, cómo
los crecimientos iban
sin luz. Era terrible.
De repente y sin más, igual que un agua fría
nos cayó la tristeza,
para siempre, varones
acosados sin lágrimas, perdida
la fe, perdida
nuestra generación de larga espera.

Acuso hoy como un hombre que tiene
el pecho en alto y un viento verde atiza
sus espaldas. ¿Qué rasa
atardecida
nos abrirá los puentes del silencio, querrá darnos
la voz, la juventud, el aire
claro y la alegría
humilde? Alberti, Alberti,
si vieras las espigas
de la patria, su cielo
azul, el alcotán, el alma
mísera de Castilla, aún tan hermosa,
pero tan apagada y tan vencida...

Tomando la amistad por tu hombro izquierdo
si estuvieses aquí, te llevaría
una mañana al campo
para que vieras las palomas blancas
y grises y zuritas.
Y te hablaría como a un viejo padre
de las cosas sencillas,
a ver si con hablarte y con oírte
lleno de amor, de sueño y metal puro
en el alfar de España amanecía.


VIENTO DE OCTUBRE

MARÍA TERESA, ahora
vira el viento, viene el viento, zumba
n mi frente, trae
sólo sonora soledad rumba
sonora, mísera
materia del olvido, y bisbisea, abre la urna
del corazón, irrumpe
lento, ciego, como si fuese un silbo
solo o como una
sola
luz
gastada. Crece. Luz
recobrada fluye, choca, tumba
el presente, hace
pura
la vida, pasa como una horrible tolvanera oscura
sobre antiguos legajos, viejas
historias tristes, trastos
que fueron, puyas
dolorosas,
desvaídas vaguadas, cerros, dunas
que remueve, y encuentra
allá en el fondo de mi vida
ida una pequeña paz:
la de tu nombre.

 

LA SEÑAL

HA sucedido
súbitamente, aquí, en España, en este
año, en este siglo,
dentro
del tiempo, que ha caído el dolor a pleno
semicírculo cero, Puerta del Sol,
Madrid. Y se ha esparcido.
Y ha recorrido
calles, plazas, hoteles, museos y tranvías
arrumbados, colmenas
sin miel donde una gente yace
esperando, sufriendo
una resurrección de agua perdida.

Ha sucedido que el dolor tomaba
su moneda en el metro, que extendía
su mano ya tocando
un parietal de hombre, un fémur
de muchacho, un seno
de mujer. Iba
en persona, suelto
como papel abandonado, libre
igual que una quimera.
De pronto se apeaba, leía
un cartel: Río Rosas, Alenza,
alzaba, humildemente sardónico, su índice,
señalaba un olor, e íbase.
Algo ocurría allí, se estremecía
el viento, se paraban
las aguas.

Ha sucedido, entre la muchedumbre,
que alguien era tocado,
asesinado en vida. No
lo vendría a saber
hasta la muerte, pero
tal vez sintiérase ya único
para siempre, con una rosa amarga
señalada en su pecho

 

ALMENDRO EN LA CIUDAD


YO no sabía cómo
tú eras amor, almendro,
pequeñita distancia que ennoblece
la noche en la ciudad
a las tres de la sombra tan en punto
que ni la soledad es verdadera.
La niebla entristecida
del hosco aliento ciudadano el largo
posar de la mirada
civil nunca inmediata, el dolor,
la primavera sin la era ... Yo
no pude saberlo
prisas y vahos tristes me llevaban.

Donde mata la muerte trashumante
sin sol y sin vejez
allí, no sé desde qué mano
de desolada envidia campesina,
se arrojo la simiente. Creció. Fue ya testigo
distante, extrañamente
árbol deshabitado y en exilio.

Así es en esta hora toda
tina bella verdad, tina presencia
amiga que me acompaña entre
la nostalgia en que habito
de la tierra y la jara
y en la que ya hace tiempo estoy buscando
las cigüeñas, los vuelos
de la paloma sobre las encinas,
la longitud del alba por los surcos,
yo qué sé cuánto, el día
en viento libre, la esperanza
de Dios...

Créeme, hermoso vegetal amigo:
te compraría un pájaro con ala
y buche azul, un horizonte
limpio. Te llevaría junto
a los oteros verdes
con la luz natural y en donde callan
los trigos y germinan.
Y sentado a tu sombra
en la paz de la tarde
respiraría con tu crecimiento.


FISONOMÍA DEL ESCOMBRO


EN la fisonomía del escombro,
cenicienta forma, horadada
lujuria, salvadora la tierra gira
ya inútil. Sin embargo, no obstante
crece el ser y se extiende
y ábrese el dominio del muerto,
quieta garganta, vasto
espacio de amor, ¿de amor? Es una historia
sencilla, olvidada de tanta ida, tanta
venida, tanta repetición que siempre ciega.

No. Si alguien echa a paladas
la muerte cada hora, el dolor
cada día, la alegría y su instante
cada año bisiesto, pero
el hombre no es ya igual en el corro festivo.
Y crece el cardo, baja
hasta la sensación que da el peligro
la honestidad del corazón,
porque todo es defensa y tú lo sabes.

Calla. Mira
ese largo contorno
que te ocupa. Todo es
defensa, es miedo, llámalo
soledad, proceso o ruina. Llámalo
escombro. Escombro es. Míralo y ámalo. Más aún,
contribuye, como sol en cosecha
participa, y aún grana,
pues otra tarde con el sueño espeso
por todo lo ganado y lo perdido
el aire será puro, abierto el día.