Crítica

 

POETAS INGLESES METAFÍSICOS

DEL SIGLO XVII.
Blanca & Maurice Molho
Ed. El Acantilado, Madrid, 2000

Sólo hay algo más temible que el que un poeta describa a otro mediante prosa poética, y es que lo haga un crítico. Los profesores Molho, que supongo padre e hija, transitan con alegría por los emas y las formas de estos poetas, entre los cuales hay genios (como John Donne o George Herbert) y artífices muy notables (Drummond, Crashaw, Vaughan). En su introducción, hay unos conceptos con los que estoy de acuerdo (como el de que la lucha metafísica de los autores es como el sueño goyesco de la razón, que produce monstruos, "pero monstruos de la más extraña belleza"), y otros de los que discrepo. Entre esos últimos, amén del tono, hay cosas como ésta: "(Donne) Empieza por despreciar el lenguaje. Y despreciarlo es destruirlo". Como decía Monterroso en La letra e, la destrucción (refundición, forjado) del lenguaje no es síntoma de desprecio, sino de todo lo contrario: de auténtico respeto, al configurar uno diamantino, esencial, exacto, inextinguible. Como el mismo hombre, el lenguaje sólo se salva si muere.
Excelente frase he escrito, pardiez, pero sigamos. Dejando la morosa introducción aparte, hay que anotar que la traducción de los profesores es excelente, en ocasiones rozando la magnificiencia: a grave is too big for me se convierte en y a mí me sobra espacio en una tumba (Herbert, claro). No puedo entrar a valorar la pertinencia de la selección de poetas; mi conocimiento de la poesía inglesa no llega a tanto, ni mucho menos, y las carencias se agravan según se remontan los siglos. Pero sí estoy de acuerdo en la existencia, que defienden los traductores, de hilos de conexión temáticos y aún formales respecto de las artes poéticas de los vates electos. El "wit" o discreción que los une, sin embargo, no me parece distinto en absoluto del exhibido por los poetas barrocos españoles o franceses (en estos más barroco que discreción); en ocasiones leyendo a Donne me parece regresar a Quevedo o a Bocángel, según el tono; y algunos poemas de Vaughan o Crashaw no serían muy distintos de ciertos de Lope. ¿Son entonces metafísicos nuestros poetas del siglo de oro?. Quizá para la época. Pero a estas alturas, después de haber conocido a autores como Blake, Valéry o Juan Ramón Jiménez, creo que debiera reservarse a todos el suficiente calificativo de poetas barrocos. Pobre del que crea que eso es poco.

Vicente Luis Mora