L´ALBATROS

Souvent, pour s'amuser, la hommes d'équipage
Prennent des albatros, vastes oiseaux des mers,
Qui suivent, indolents compagnons de voyage,
Le navire glissant sur les gouffres amers.

A peine les ont-ils déposés sur les planches,
Que ces rois de l'azur maladroits et honteux
Laissent piteusement leurs grandes ailes blanches

Comme des avirons trâiner à côté d'eux.

Ce voyageur ailé, comme il est gauche et veule!
Lui, naguère si beau, qu'il est comique et laid!
L'un agace son bec avec un brûle-gueule,
L'autre mime, en boitant, l'infirme qui volait!

Le Poëte est semblable au prince des nuées
Qui hante la tempête et se rit de l'archer;
Exilé sur le sol au milieu des huées
Ses ailes de géant l'empêchement de marcher.

 

EL ALBATROS

Trd. Enrique Perellada
Obra Poética completa
Ed. 29, Madrid, 1977


A menudo, para divertirse, los marineros
cazan albatros, grandes pájaros de los mares,
que siguen, indolentes compañeros de viaje,
el navío que se desliza por los amargos abismos.

Apenas los han colocado en las tablas,
estos reyes del cielo, torpes y vergonzosos,
abaten lastimosamente sus grandes alas blancas
como remos arrastrados a su vera.
¡Qué torpe y débil es este alado viajero!
¡Ha poco tan bello y ahora es cómico y feo!
Uno excita su pico con una pipa corta,
el otro mimo, cojeando, nula lo que le hace volar.

El poeta es parecido al príncipe de las nubes
que frecuenta la tormenta y se ríe del arquero
exiliado en el suelo en medio de los gritos,
sus alas de gigante le impiden caminar.




EL ALBATROS

Traducción de Lydia Lamarque (1948)
Las flores del mal
(Edit. Losada, Buenos Aires, 1989)

POR DIVERTIRSE a veces, suelen los marineros
cazar albatros, grandes pájaros de los mares,
que siguen, de su viaje lánguidos compañeros,
al barco en los acerbos abismos de los mares.

Pero sobre las tablas apenas los arrojan,
esos reyes del cielo, torpes y avergonzados,
sus grandes alas blancas miseramente aflojan,
y las dejan cual remos caer a sus costados.

¡Qué zurdo es y qué débil ese viajero alado!
Él, antes tan hermoso, ¡qué cómico en el suelo!
Con una pipa uno el pico le ha quemado,
remeda otro, renqueando, del inválido el vuelo!

El Poeta es como ese príncipe del nublado
que puede huir las flechas y el rayo frecuentar;
en el suelo, entre ataques y mofas desterrado,
sus alas de gigante le impiden caminar.


EL ALBATROS

Trad. de Antonio Martínez Sarrión (1976)
Las flores del mal
Alianza editorial, Madrid, 1982

Por distraerse, a veces, suelen los marineros
Dar casa a los albatros, grandes aves del mar,
Que siguen, indolentes compañeros de viaje,
Al navío surcando los amargos abismos.

Apenas los arrojan sobre las tablas húmedas,
Estos reyes celestes, torpes y avergonzados,
Dejan penosamente arrastrando las alas,
Sus grandes alas blancas semejantes a reinos.

Este alado viajero, ¡qué inútil y qué débil!
El, otrora tan bello, ¡qué feo y qué grotesco!
¡Este quema su pico, sádico, con la pipa,
Aquél, mima cojeando al planeador inválido!

El Poeta es igual a este señor del nublo,
Que habita la tormenta y ríe del ballestero,
Exiliado en la tierra, sufriendo el griterío,
Sus alas de gigante le impiden caminar.


EL ALBATROS

Traducción de Mario Alarcón (1)
Cuaderno de un disconforme
(Edit. Longseller, Buenos Aires, 1999)

Por divertirse, a veces, suelen los marineros
cazar albatros, grandes pájaros de los mares,
que siguen, de su viaje lánguidos compañeros,
al barco en los acerbos abismos de los mares.

Pero sobre las tablas apenas los arrojan,
esos reyes del cielo, torpes y avergonzados,
sus grandes alas blancas miseramente aflojan,
y las dejan cual remos caer a sus costados.

¡Qué zurdo es y qué débil ese viajero alado!
Él, antes tan hermoso, ¡qué cómico en el suelo!
Con una pipa uno el pico le ha quemado,
remeda otro, renqueando, del inválido el vuelo!

El Poeta es como ese príncipe del nublado
que puede huir las flechas y el rayo frecuentar;
en el suelo, entre ataques y mofas desterrado,
sus alas de gigante le impiden caminar.

 


EL ALBATROS

Traducción de Ángel Lázaro
Las flores del mal
Ed. Edaf, Madrid, 1979


Suelen, por divertirse, los mozos marineros
cazar albatros, grandes pájaros de los mares
que siguen lentamente, indolentes viajeros,
al barco que navega sobre abismos y azares.

Apenas los arrojan allí sobre cubierta,
príncipes de] azul, torpes y avergonzados,
el ala grande y blanca aflojan como muerta
y la dejan, cual remos, caer a sus costados.

¡Qué débil y qué inútil ahora el viajero alado!
Él, antes tan hermoso, ¡qué grotesco en el suelo!
Con su pipa uno de ellos el pico le ha quemado,
otro imita, renqueando, del inválido el vuelo.

El poeta es igual... Allá arriba, en la altura,
¡qué importan flechas, rayos, tempestad desatada!

Desterrado en el mundo, concluyó la aventura:
sus alas de gigante no le sirven de nada!