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Isabel Pérez Montalbán
AL Margen

 

 

 

 

Mada Alderete


ÉL SUJETÓ la punta de sus dedos
cuando ella le abrió aquel chicle
en el bar.

Luego se subió a la bici detrás
y se apretó contra ella
sospechosamente fuerte.

Pero fue arriba,
en la cuesta de San Diego
cuando ya no pudo más
y se abalanzó en picado
sobre su escote.

Así, aquella noche,
por pintarse ella
de cereza
los labios
le regaló el hombre-lobo
la luna entera
de noviembre.


POR LA FORMA DE LLAMAR
se distinguen las visitas.

Las niñas gritan y ríen
antes de golpear la madera.

Mi antiguo amor llama suave,
muy flojito,
ese las mata callando.

Y tú,
que has invadido mi casa
aporreas sin piedad mi pobre puerta.

No sé qué buscas, chico,
o qué vendes,

pero llamas igual
que el del butano
o el de los congelados.

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LA BOCA DE LA CIEGA
La saliva de la boca de la ciega.

La ciega te la mama
y habla.

A cambio tu risa,
caricias en el pelo,
palabras que suenan bien
y dos o tres corridas.

Luego la dejas sola
y ella cierra la boca
y llora

 

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