Poeta del Mes

Gérard de Nerval.

Estudio, traducción y notas Pedro José Vizoso

Col. Ibn Gabirol. Dip. Prov. de Málaga. Málaga, 1999. (461 pág.)





Gérard de Nerval, forma parte junto a Hölderlin, Edgar Allan Poe, Baudelaire, Rimbaud, De Quincey, Verlaine, Dostoievski, Leopardi o Nietzsche, de la más selecta nómina de ángeles descalabrados del siglo XIX. En todos ellos coexiste una incontenible atracción por el abismo y todos ellos serán al final de sus vidas engullidos por su turbión. Tocados por el fuego de la desdicha, pugnan con la obstinación de la garza atrapada en el lodo de alquitrán y a su paso todos nuestros saloncitos se va llenando de una espantosa materia gris que no se va ni con la dichosa agua fuerte, que ya es decir. De las pérdidas del paraíso y la inocencia que nos proponen Hölderlin o Nietzsche, hasta la visita a los infiernos de De Quincey Dostoievski o Rimbaud, pasando por el secreto, casi telúrico corredor de fiebres mal curadas, de Poe, Baudelaire, Leopardi o Nerval, hay un único paso que sólo se recorre a través de esos nemorosos túneles de la desesperación, de la noche y de la locura.

El inquieto Nerval (1808-1955) se pasó gran parte de su vida huyendo: primero de sí mismo y luego de las garras de la demencia, en cuyo abrazo, como la mayoría de estos ángeles trambucados, sucumbió. Autor y crítico teatral de varia fortuna, perdió a su madre cuando apenas contaba unos meses, con ocasión de la estampida napoleónica tras la campaña de Rusia, donde la amorosa dama había acompañado a su joven esposo, a la sazón médico militar. Tras este hecho, trascendental en su vida (y en su obra), pasa la infancia en los paradisíacos bosques de Mortefontaine, metidos en neblinas y leyendas de walkirias. Apenas adolescente, marcha a París, que ya conoce sus traducciones del Faust goethiano. La pérdida de la madre y luego la pérdida del paraíso que supone Mortefontaine, lo van a convertir en un extranjero de por vida, en un inadaptado, en alguien que ha sufrido en sus propias carnes el cortacircuito entre la realidad y lo otro. Sólo este cortacircuito explica su inquietante galería de walkirias (Pandora, Sylvie, Aurelie...) que proceden de la otra zona, así como esa excentricidad del yo, que lo arroja cada vez más afuera de su propia identidad. En París intima con Théo Gautier, dilapida su pequeña fortuna y, ya de puestos, se enamora perdidamente de una actriz de segunda fila llamada Jenny Colon, que como la Duval baudelariana o la Lou nietzscheana, lo conduce con determinación hacia ese cenagal donde hasta las más provectas y férreas almas se corrompen. Su continua desazón, que lo hace viajar frenéticamente por Europa y norte de África, sus visitas cada vez más habituales a los centros siquiátricos y su precaria condición de escritor que lucha a brazo partido con el fracaso, cierran una biografía a la que sólo le falta la guinda de la oscurísima callejuela de la Vieille Linterne, donde aparece ahorcado una fría noche de enero de 1855. Con todo, dejó una obra inquietante y profusa, acaso de las más misteriosas de la literatura universal, de la que bebieron hasta emborracharse los surrealistas. Cuando los tan ovacionados afeites de Lamartine, Hugo, Nodier y compañía andan medio arrumbados en la memoria de los eruditos, los pasos vagabundos de Nerval siguen iluminando con determinación nuestros pasos.

Cabe felicitar a Pedro José Vizoso y a la Dip. De Málaga, por el espléndido e ímprobo trabajo de erudición y valentía que supone la edición de este libro. Sin el rigor y el entusiasmo que se desprende de cada una de sus páginas, hubiera sido poco menos que inútil acometer la edición de la obra poética del siempre correoso Gérard de Nerval, que hasta la fecha no había sido trasvasada al castellano en su totalidad (aquí presentada con la sola excepción de las texturas poemáticas de sus dramas, con frecuencia escritos en colaboración). La exquisita desenvoltura del prólogo de Vizoso, con cotas de calidad literaria verdaderamente altas, el acierto en la traducción, a la que acaso reprochemos su insistencia en reproducir sus rimas, y el gran aparato bibliográfico* hacen de este libro un acontecimiento literario de interés. mm



Reproducimos un par de poemas de este libro verdaderamente esperado y necesario." Le point noir"(1831), pertenece al las Odelettes (1831) y presagia lo que más adelante serán sus grandes obsesiones, de Aurelie, Sylvie, etc... "Éryithréa" (publicado póstumamente, en 1941) es en realidad una versión del poema "A Madame Aguado", pórtico natural a Les Chiméres, uno de los puntos más altos de la poesía del XIX y que no reproducimos aquí por ser sus poemas más traducidos. Agradecemos ambas versiones a la mano de Pedro José Vizoso.



LE POINT NOIR

Quinconque a regardé le soleil fixement

Croit voir devant ses yeux voler obstinément

Autour de lui, dans l´air, una tache lívide.


Ainsi tout jeune encore et plus audacieux,

Sur la glorie un instant j´osai fixer les yeux:

Un point noir est resté dans mon regard avide.


Depuis, mêlée à tout comme un signe de deuil,

Partout, sur qualque endroit que s´arrête mon oeil,

Je la vois se poser aussi, la tache noire!


Quoi, toujours? Entre moi sans cesse et le bonheur!

oh¡ c´est que l´aigle seul -malheur à nous, malheur

Contemple impunément le Soleil et la Glorie.



LA MANCHA NEGRA


Quienquiera haya mirado hacia el sol fijamente

sentirá ante sus ojos danzar constantemente

Una lívida mancha, en el aire, en su mente.


Así, joven aún y mucho más audaz,

en la gloria un momento mi vida osé fijar:

cegó una mancha negra mi mirada voraz.


¡Después, mezclada en todo como marca de luto,

dondequiera que pose la mirada, al minuto,

yo la veo posarse como un negro atributo!


¿Siempre se interpondrá entre la dicha y yo?

¡Es que el águila solo -por nuestra maldición-

contemplar puede, impune, la Gloria y el Sol!





ÉRYTHRÉA

Colonne de Saphir, d´ arabesques brodée

Reparais!- Les Ramiers pleurent, cherchant leur nid-!

Et, de ton pied d´azur à ton front de granit

Se déroule à longs plis la puorpre de Judée!

Si tu vois á Benarès (1)sur son fleuve accoudée

Prends ton arc, et revêts ton corset d´or bruni:

car voici le Vautor (2), volant sur Patani (3).

Et de papillons blancs la Mer est inondée.

Mahdewa (4)! Fais flotter tes voiles sur les eaux,

Livre tes fleurs de pourpre au courant des ruisseaux:

La neige du Cathay (5) tombe sur l´Atlantique:

Copedant la Prêtresse (6), au visage vermeil,

Est endormie encor sous l´Arche du Soleil:

-et rien n´a dérangé le sévère portique.


ERITREA

Columna de Zafiro, bordada de arabescos

¡Muéstrate! Las Torcaces lloran buscando el nido

¡Desde tu piel de azur a tu frente granítica

Se extiende en amplios pliegues la Judea de púrpura

Si ves a Benarés sobe el Ganges tendida

empuña tu arco y ciñe tu corsé de oro obscuro:

Pues he aquí al Buitre, planeando por Patani.

Y la Mar inundada de blancas mariposas.

¡Mahdéwa! Haz flotar en las aguas tus velos

y al curso de los ríos da tus flores purpúreas

la nieve de Cathay al Atlántico cae:

Mas la Sacerdotisa de rostro sonrosado

Bajo el Arco del Sol permanece dormida:

Y nada ha perturbado el pórtico severo.




(1) Ben Arés - la fille de Mars. (2) Typ`hon. (3) Patna ou hiéro-solime, la Vielle sainte. (4) Mahadoé la Zendovére. (5) Thibet. (6) Amany.- Notas de Nerval


* Existen al menos tres entradas que Vizoso no recoge en el repertorio español sobre Nerval.

Las hijas del fuego. Trad y notas de José Benito Alique. Ed. Bruguera. Barcelona, 1981

Syilvie. Trad. y prólogo Ana Mª Moix. Ed. Destino. Col. Bitácora. Barcelona, 1988.

Pandora. Ed. Tusquets. Barcelona, 1970.