JESÚS
URCELOY
4
La vida es negra
y yo soy el negro zumbón que baila alegre el
vals del Murciélago.
Dejo mi sombrero de copa sobre mi pluma
y me cubro la chaqueta mientras fumo un buen habano.
Louis Armstrong me observa desde un túnel:
ha cerrado la boca, los ojos,
todo es oscuridad,
pero suena su trompeta y bailan los mineros.
Pasa un tren de mercancías
y los deshollinadores se estrechan la mano con destreza
inusitada.
Afuera está lloviendo,
muy negros nubarrones escapan a lo profundo del espacio.
La esclava de Simbad practica el beso negro con el
Emir
de Samarkanda, y Lady Chaterley apaga los candiles
como afirman las leyes de la buena educación.
La vida es negra, espirituosa, nocturna,
y yo soy el negro zumbón que baila al son que
mi negra
me marca, y cuando Louis Armstrong abre la boca
damos todos la vuelta, esperando,
radiantes y obscenos,
la eterna, la música entrañable de su
negra
trompeta.
6
(dos fugas de Jazz)
I
Hay veces que descubres un espía en el somier:
tratas de no hacer ruido,
puede estar sencillamente enamorado,
puede que su corazón no haya tenido suerte esta
semana.
¡No voy a hacer más estudios sobre estrellas!
Pero si mato al hombre, en cada risa
despertará mi chica preguntando.
Aún tengo dos balas, afortunadamente.
II
A veces no quería volver a casa,
me escondía por calles sin asfaltar, oscuras:
por favor que alguien salga a espantar a esa
mano que hace crujir los muebles,
por favor, hay un hombre quemándose en la estufa.
Los lunes eran fríos y habría que intentar
hacer algo
importante:
descifrarse en un cuerpo,
veranear en la costa azul de la galaxia:
por favor, dejadme otro minuto,
debo llegar a casa antes que es monstruo
invisible al que persigo.
24
Todas las horas
avisan de la muerte y la locura;
rompen con su silencio
dulces pasos desnudos en la vista cansada:
en ti, si es que eres tú.