JESÚS URCELOY

 

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La vida es negra

y yo soy el negro zumbón que baila alegre el vals del Murciélago.

Dejo mi sombrero de copa sobre mi pluma

y me cubro la chaqueta mientras fumo un buen habano.

Louis Armstrong me observa desde un túnel:

ha cerrado la boca, los ojos,

todo es oscuridad,

pero suena su trompeta y bailan los mineros.

Pasa un tren de mercancías

y los deshollinadores se estrechan la mano con destreza inusitada.

Afuera está lloviendo,

muy negros nubarrones escapan a lo profundo del espacio.

La esclava de Simbad practica el beso negro con el Emir

de Samarkanda, y Lady Chaterley apaga los candiles

como afirman las leyes de la buena educación.



La vida es negra, espirituosa, nocturna,

y yo soy el negro zumbón que baila al son que mi negra

me marca, y cuando Louis Armstrong abre la boca

damos todos la vuelta, esperando,

radiantes y obscenos,

la eterna, la música entrañable de su negra

trompeta.





6 (dos fugas de Jazz)



I

Hay veces que descubres un espía en el somier:

tratas de no hacer ruido,

puede estar sencillamente enamorado,

puede que su corazón no haya tenido suerte esta semana.



¡No voy a hacer más estudios sobre estrellas!

Pero si mato al hombre, en cada risa

despertará mi chica preguntando.



Aún tengo dos balas, afortunadamente.





II



A veces no quería volver a casa,

me escondía por calles sin asfaltar, oscuras:

por favor que alguien salga a espantar a esa

mano que hace crujir los muebles,

por favor, hay un hombre quemándose en la estufa.



Los lunes eran fríos y habría que intentar hacer algo

importante:

descifrarse en un cuerpo,

veranear en la costa azul de la galaxia:

por favor, dejadme otro minuto,

debo llegar a casa antes que es monstruo

invisible al que persigo.





24



Todas las horas

avisan de la muerte y la locura;

rompen con su silencio

dulces pasos desnudos en la vista cansada:

en ti, si es que eres tú.