ANTONIO
DE PADUA DÍAZ
NECESITO
UN porsche
para en una curva
cerrada
de un volantazo
en el pecho.
Pero antes
pisar a fondo el acelerador
colocarlo a doscientos
y recorrer a toda hostia
carreteras de la costa
junto al mar azul,
frente a tu verde recuerdo.
Necesito un porsche,
negro,
para olvidarme de ti,
definitivamente,
y alcanzar
de una puta vez
el olvido de todos
al que yo también tengo derecho.
En la próxima curva, te lo juro,
acabo contigo, vida mía.
LA
CHICA DEL ANUNCIO DEL MARTINI EXISTE
Allí estaba la chica del anuncio de Martini
en la sala de grados de la vieja
Facultad de Geografía e Historia
soportando un apasionante doctorando
acerca de la definición de los procesos
lineales sobre la base del materialismo histórico
durante el bronce pleno en el suroeste de España
ya digo, apasionante.
Sentada justo delante mía la chica del Martini
y yo sin las gafas de sol de cristales negros
de pasta y patillas todas negras
sin el terno negro y blanco
ni el metro ochenta mínimo
para que ella con su cara de erótico hastío permanente
se fijara en mí
por tener que aguantar a un clon de Onassis
que tampoco estaba allí, en la sala de grados,
para que yo pudiera servirles
sendos martinis en vasos cortos
y pegarle un manotazo insolente al tal Onassis
como a la criatura sé que le gusta.
Y la motora, a ver de dónde sacaba yo
en pleno centro de Sevilla un mes de octubre
a la una de la tarde una lancha rápida
o un camarero con bandeja de plata sonriendo
y poco después con cara de ennortado
tras robarle la botella
en fin ya digo una tesis doctoral acojonante,
con doctorado apto cum laude
y la chica del anuncio de Martini
que no me dedicó ni una mirada
suspendido, suspendido,
y yo venga a pasarme el dedo por los labios
y la falda de punto que no se le enganchaba
a la chica del anuncio de Martini
en la sala vetusta de grados
de tan antigua facultad.
En fin que no sé para qué leches
me he dejado yo estas patillas
que de hoy mismo no pasa que me afeite.
Ya les decía, apasionante lectura de tesis doctoral.